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Los más pobres entre los más ricos

Una familia vive sin agua ni luz junto a casas de lujo en Pozuelo, la villa con más renta de la región

Pozuelo de Alarcón (60.100 habitantes) es el municipio más rico de la región. Tiene una renta per cápita de 1.964.700 pesetas, según el Instituto de Estadística de la Comunidad. Está salpicado de urbanizaciones de lujo. El Ayuntamiento cuenta con un presupuesto global de más de 6.000 millones de pesetas y, sin embargo, sólo ha promovido la construcción de 48 viviendas sociales. Pero allí también viven los Martínez, cuya infravivienda, una casa baja y antigua granja de gallinas próxima a la autovía M-40, es un espejo de contraste.A las siete de la tarde del martes parece noche cerrada en esta casa. María, de diez años, y su hermana Rosita, de ocho, leen en el salón a la luz de una vela. Rosita acerca sus pequeñas manos a la estufa de leña. Dice que tiene frío, con su fino chándal y sandalias, en este lluvioso mes de noviembre. Su madre, Rosa, de 26 años y embarazada de seis meses, despedaza un trozo de panel de madera y lo echa al fuego. Gracias a los arreglos del cabeza de familia, Joaquín, de 34 años, ya no hay goteras. Las paredes están roídas por la erosión y la humedad casi se mastica. Aquí también vive el hijo de la primera mujer de Joaquín, de 14 años, que está interno en un colegio público de Pozuelo de lunes a viernes. La Comunidad quitó al padre su custodia porque éste era alcohólico y le maltrataba. Joaquín (padre) lleva ya dos años sin probar la bebida.

La ayuda que recibieron del Ayuntamiento en 1996 fue de 24.000 pesetas para medicamentos, 25.000 para los libros de texto de los tres hijos y 77.000 para otros gastos. La familia se sustenta con las 110.000 pesetas al mes que gana Joaquín como albañil. Por ellos, el portavoz socialista Vicente Samoano denuncia que el alcalde José Martín Crespo, del PP, "mantiene Pozuelo como el cortijo de los ricos de Madrid". La concejal de Servicios Sociales, Isabel Bosch, del PP, reconoció ayer que "lo que les hace falta es una vivienda social, pero no hay disponibles".

El salón de la casa tiene una cocina de gas butano y se llena de humo porque la estufa tiene fugas. En la penumbra, Rosa se palpa la ya hinchada tripa y dice: "No podemos seguir así. Sólo quiero una casa digna donde dar de mamar a mi próximo hijo en condiciones".

A sus hijas las baña en una cubeta, cerca de la estufa. El agua la traen de un chalé próximo en bidones. "Son buena gente y nos la dan gratis", señala Joaquín. En navidades, los curas de un convento próximo les dan ropa y mantas. En los dos dormitorios apenas caben las camas.

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