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Giuliani confía en que su éxito en Nueva York le abra la vía hacia la Casa Blanca

Un total de 757.564 neoyorquinos (el 57% de los que votaron) dio el martes a Rudolph Giuliani el mandato de guiar a la ciudad en la travesía del milenio. Pero esa victoria también aportó a Giuliani otras perspectivas: las de incorporarse a la política nacional. El alcalde de Nueva York, se decía durante la fiesta que celebró su reelección, sueña con ir a Washington. Los republicanos neoyorquinos piensan que sería un gran candidato a senador, vicepresidente o, por qué no, presidente de Estados Unidos.

A las 23.08 del martes (5.08 de la madrugada de ayer en la España peninsular), Giuliani entró en el gran salón de baile del hotel New York Hilton, donde le esperaban cientos de partidarios. Había sido anunciado como "el tipo duro que hace falta para administrar una ciudad dura". Sonó el tema musical de la película Rocky interpretado por una banda dirigida por un ex miembro del grupo de Bruce Springsteen y cayó una lluvia de confetis.Siguiendo la tradición norteamericana, el salón estaba engalanado con muchas banderas nacionales y neoyorquinas y racimos de globos de colores azul, rojo y blanco. Era un espacio tan inmenso como hortera, con moqueta sofocante de dibujo disparatado y guirnaldas de luces doradas. Entre la multicultural asistencia -hispanos con chapas en castellano Rudy, alcalde, asiáticos, negros irlandeses, polacos- destacaba la presencia de muchos judíos con kipa.

Esto último era curioso, porque la rival de Giuliani en las elecciones a la alcaldía, la demócrata Ruth Messinger, es judía. Messinger obtuvo un resultado mejor que el esperado: 540.075 papeletas, el 41% de las emitidas -el 2% restante fue a candidatos menores. En las elecciones celebradas el mismo día para presidentes de los cinco distritos que componen Nueva York, el hispano Fernando Ferrer resultó reelegido en Bronx.

Giuliani esgrimió una tempranera primera edición de The New York Post, el tabloide de Rupert Murdoch, cuyo titular decía: "Rudy two". "Os quiero, gracias; os quiero", dijo, ligeramente afónico, el primer republicano que consigue dos mandatos consecutivos como alcalde de Nueva York desde que, en los años treinta, lo hiciera Fiorello LaGuardia. "Gracias, Nueva York, por reelegirme para un trabajo que me gusta tanto".

Para delirio del público, Giuliani proclamó a Nueva York "la capital del mundo". Dijo que pensaba seguir combatiendo para reducir la delincuencia, y añadió: "Tenéis mi promesa de que no descansaré hasta que no haya ninguna droga en esa ciudad".

El porvenir político nacional de Giuliani se sustenta en su condición de "republicano moderado". En la Fiesta, el alcalde demostró que, si es conservador en materia de lucha contra el crimen y desmantelamiento del Estado de bienestar, puede ser progresista cuando habla de inmigración o de aborto. Giuliani hizo una larga y vibrante defensa de la apertura de Nueva York a los inmigrantes. "Esta ciudad", dijo, "es la mejor del planeta, porque está abierta a todo el mundo, a todas las diferencias".

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