El presidente chino se despide de EE UU con un mensaje de cooperación
Jiang Zemin, antes de regresar ayer a Pekín, hizo dos últimas cosas en Estados Unidos: cantó en público un tema de una clásica ópera china y citó un viejo proverbio de su país. Con el canto expresó su alegría por el éxito que le ha supuesto su larga gira por Estados Unidos; con el proverbio dejó el mensaje de que desea seguir profundizando la cooperación con la superpotencia norteamericana en materia de negocios y seguridad internacional.
El domingo por la noche (madrugada de ayer en España), un millar de empresarios chinos y chino-norteamericanos despidieron a Jiang en Los Ángeles con una cena en un hotel. El segundo sucesor de Mao Zedong había reservado para esa ocasión un gesto simpático que añadir a los que ha prodigado durante su periplo por EE UU. Si en los días anteriores se había bañado en las playas de Hawai, se había tocado con un tricornio colonial en Williamsburg y había deseado suerte a los inversores en bolsa al tocar la campana del comienzo de las sesiones de Wall Sreet, esta vez cantó unas estrofas de una tradicional ópera china. La audiencia rió, disfrutó y aplaudió.Jiang tenía razones para estar contento. Su gira por EE UU -y en particular su cumbre del pasado miércoles en Washington con Bill Clinton- ha- supuesto el fin de la cuarentena política y diplomática que Washington había impuesto al régimen comunista de Pekín tras la represión, en 1989, de las manifestaciones democráticas de Tiananmen. Eso representa para el líder chino una gran victoria doméstica e internacional.
Durante sus ocho días en EE UU, y a pesar de las críticas directas y públicas de Clinton y los líderes del Congreso y las numerosas manifestaciones callejeras en su contra, Jiang sólo hizo una aparente concesión en materia de derechos humanos. El sábado, en la universidad de Harvard, dio la impresión de sugerir de modo indirecto que Tiannamen pudo haber sido "un error". Pero de inmediato, sus portavoces afirmaron que había sido "malinterpretado" y sus declaraciones "sacadas de contexto", por lo que no cabía hablar de autocrítica.
"Como dice un viejo proverbio chino, un viaje de 10.000 millas comienza con el primer paso", dijo el domingo Jiang durante un almuerzo que le ofrecieron políticos y empresarios de Los Angeles. El "primer paso" dado por EE UU y China ha tenido una doble vertiente. En primer lugar, otorgarse mutuamente la condición de superpotencias que deben cooperar en la seguridad de Asia y el mundo. En segundo, decidir que, pese a las diferencias políticas, las dos partes pueden hacer grandes negocios.
Cordialidad en California
Si Jiang ha sido saludado con entusiasmo por los empresarios en todas las ciudades que ha visitado, sólo los políticos de California, un Estado volcado a los negocios en el área del Pacífico, no le han abroncado sobre los derechos humanos. George Pataki y Rudolph Giuliani, gobernador y alcalde de Nueva York respectivamente, no quisieron ni verle cuando visitó la Gran Manzana. Por el contrario, Pete Wilson, el gobernador californiano, se entrevistó cordialmente el domingo con el presidente chino.Su gira ha estado puntuada por grandes momentos, entre ellos, la insólita y franca conferencia de prensa con Clinton, y el número y vigor de los manifestantes que en Harvard pidieron libertad para los disidentes chinos, Tibet y Taiwan. En pleno discurso en la universidad, Jiang reconoció que podía escucharles.
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