Chino malo
Unas veces era Fu Manchu, en las novelas y las películas para asustarnos con sus torturas ("chinas") y su maldad natural. Otras, Wo Li-chang: aquí lo hacía Ernesto Vilches con uñas largas y sonrisa pérfida. El chino era malo. Y amenazador: el "peligro amarillo" lo anunciaba Spengler, en La decadencia de Occidente. Aquí era un subproducto de Estados Unidos. Los chinos llegaban por California: como esclavos para las líneas del ferrocarril. No dejaban entrar a sus mujeres para evitar su proliferación. Pero los delitos sexuales fueron importantes y les llevaron chinas. Nació el barrio de San Francisco: y sus mafias, su opio, su prostitución. Cometían delitos. Sabemos lo que pasa con una minoría acotada de pobreza por los rasgos fisicos, con unos salarios de subsistencia: delinquen. El chino, por lo tanto, era malo. Y los cómics, el cine, la novela, fueron a fondo contra ellos. El racismo era normal en EE UU; algo ha disminuido. Sólo faltaba que China se hiciera comunista y Japón fascista, del Eje. ¡Los "diablos amarillos"!Lo siguen siendo. Se iban multiplicando: son 1.200 millones, y comen. Poco, pero comen. Tuvieron la bomba atómica, como Estados Unidos (sí las de Hiroshima y Nagasaki se hubieran arrojado en Alemania hubiera sido inadmisible; sobre ciudades de diablos amarillos, se comprendieron mejor); cumplían las penas de muerte, como Estados Unidos; impedían a tiros que los estudiantes se manifestaran en Tiananmen, como los mexicanos en la plaza de las Tres Culturas, y la guardia nacional en los campus de Estados Unidos. No podía ser que recibieran bien al presidente Jiang, y se lo han advertido: hay manifestaciones porque esto es una democracia y nosotros no impedirnos que nadie exprese sus opiniones". El pobre diablo sonríe: es "una sonrisa amarilla", o sea, falsa. Le explicaría bien cómo hay que respetar los derechos humanos. Él no habla de los chicanos, de negros, de chinos de los barrios, de los blancos pobres.
(Ah, el régimen chino es odioso. Era mucho más odioso en los tiempos finales de la "emperatriz viuda", de la "guerra del opio" o de Pekín, donde fueron retratados "los diablos chinos" por Bronston, desde Madrid. Con revoluciones y sus barbaries y sobresaltos, comen y viven algo mejor. Imitan a EE UU. Pero ¿lo merecen? Esperemos que, en lugar del tiro en la nuca que perpetran ahora, instalen la silla eléctrica o la inyección letal. Estarán entrando en nuestro mundo).
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