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CUMBRE CHINO-NORTEAMERICANA EN WASHINGTON

Jiang y Clinton sellan en Waslington un nuevo clima de entendimiento entre China y EE UU

Bill Clinton y Jiang Zemin protagonizaron ayer en Washington una insólita conferencia le prensa. Al término de la cumbre chino-norteamericana en la Casa Blanca, los presidentes de Estados Unidos y China comparecieron ante los periodistas y no ocultaron lo que Clinton llamó su "profundo desacuerdo" en materia de derechos humanos y libertades políticas y religiosas. No obstante, jamás perdieron la cordialidad y el humor e insistieron en que desean darle una dimensión "estratégica" a las relaciones entre los dos países. Sin que a Jiang se le moviera una sola ceja, Clinton criticó la falta de democracia en China y la represión de la disidencia política, las expresiones religiosas y la identidad cultural tibetana.

Clinton citó el ejemplo de Estados Unidos para afirmar que a China le iría mejor económicamente si también introdujera reformas políticas.Jiang confirmó que Clinton le había solicitado la liberación de los disidentes, que, añadió imperturbable, no es un asunto de la competencia de la presidencia china, sino de los tribunales de su país. También justificó retrospectivamente el aplastamiento de las manifestaciones democráticas de Tiannamen, en 1989, que, dijo, pusieron en peligro "la seguridad del Estado". Una y otra vez dejó sentado que no acepta "interferencias en los asuntos internos" de su país.

El ambiente de la conferencia de prensa, sin embargo, jamás fue tenso. Ambos dirigentes habían decidido de antemano que, con independencia de sus diferencias políticas, desean poner los cimientos de una "relación constructiva" en materia económica y de política internacional.

La reunión de ayer entre Clinton y Jiang Zemin, la primera cumbre en Washington entre chinos y norteamericanos en 12 años, sirvió, pues, para romper el hielo político y diplomático que separaba a ambos países desde la represión militar de las manifestaciones de Tiananmen. Desde el primer momento, Clinton expresó su deseo de situar en "una altura histórica. y una dimensión estratégica" las relaciones entre los dos únicos países que terminan el siglo XX con la consideración de grandes potencias. Jiang adelantó que tiene el mandato de los 1.200 millones de chinos de conseguir "un nuevo nivel" en esas relaciones. El principal resultado concreto de la cumbre fue el previsto: el levantamiento de la prohibición de la venta de productos nucleares norteamericanos a China. A cambio de ese gesto de, Clinton, que beneficia tanto al gigante asiático como a la industria estadounidense, Jiang reiteró su compromiso de no venderle a Irán materiales nucleares ni misiles antibuque.

Los dos líderes decidieron celebrar con regularidad encuentros como el de ayer -Clinton anunció que visitará Chinael próximo año- y establecer un "teléfono rojo" entre ambas presidencias. Clinton reiteró que EE UU sólo reconoce "una China" y, tras elogiar el "florecimiento de la democracia" en Taiwán, pidió un "diálogo constructivo" entre Pekín y Taipei.

"En el alba de un nuevo siglo y un nuevo milenio, estrechemos nuestras relaciones, persigamos causas comunes, discutamos nuestras diferencias abiertamente y con respeto", dijo Clinton por la mañana, en su discurso de bienvenida a Jiang en los jardines de la Casa Blanca. "China, con su vieja civilización y su renovado vigor económico y político, tendrá una profunda influencia en el mundo del siglo XXI", señaló. Clinton expresó su admiración por las reformas económicas efectuadas por China, "que han sacado de la pobreza a millones de personas". "El pueblo chino", dijo, "disfruta hoy de una mejor calidad de vida que en cualquier otro momento de su historia". Pero en ese discurso, Clinton también afirmó que Washington y Pekín deben cooperar en la construcción de un mundo en el que "la gente sea tratada con dignidad y sea libre de expresar sus opiniones y practicar sus religiones".

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Un nuevo siglo de paz

Nada de eso le arrebató a Jiang su felicidad. Washington le ofreció un día soleado y hermoso, y la Casa Blanca una solemne recepción: alfombra roja, himnos nacionales, revista de tropas y 21 cañonazos. "Chinos y norteamericanos debemos unir nuestras manos y, junto a los otros pueblos del mundo, trabajar para traer un nuevo siglo de paz, estabilidad y prosperidad", dijo Jiang en inglés al responder a la bienvenida de su anfitrión.La reunión oficial en el Despacho Oval duró casi dos horas. Le siguió un almuerzo ofrecido a Jiang por el vicepresidente Al Gore en la sede del Departamento de Estado, y luego vino la conferencia de prensa de los dos presidentes. Una cena de gala en la Casa Blanca debía coronar anoche (la madrugada de hoy en España) la primera jornada del líder chino en Washington.

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