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Las desventuras de "Benita"

Crónica de un día en la vida de una oveja perjudicada por la desaparición de las vías pecuarias

Benita nació en Cáceres hace cuatro años. Desde entonces no se pierde el viaje anual a Madrid para reivindicar, en compañía de otras ovejas, la recuperación de las cañadas reales, invadidas ahora por construcciones y carreteras.Benita, bautizada así por su atractivo ("Benita, la más bonita", según explica su arriero), tiró del rebaño de otras 2.199 ovinas que salieron hace mes y medio de León con destino a las zona más cálidas del parque de Monfragüe, en Cáceres.

Florencio, uno de los cuatro pastores encargados de guiar al rebaño por la ciudad, estaba ayer angustiado: "El paso por Madrid no es bueno para Benita. Es un tormento, pero necesario para que se oigan nuestras demandas", aclaraba.

Por el campo y los senderos, Benita y sus compañeras balan alegres, vigiladas por los perros. "Por el asfalto, la cosa cambia. Benita ni siquiera levanta la cabeza. Tenemos que darlas continuamente piensos a ella y a los mansos, porque si no se pararían, y los perros van atados y cierran el rebaño".

El pastor que guía a Benita sufre con el paseo por Madrid: "Mira qué apretones, mira cómo se le calientan los cascos a Benita. Me refiero a las pezuñas", aclaraba. "El asfalto es un infierno; además no pueden beber agua en Madrid". "Yo hasta las veo más tristes", relataba otro de los arrieros.

Benita fue tirando del rebaño por la calle de Alcalá junto a los mansos. Los pastores no cesaban de darle comida. "Vamos. Vamos. Es la más lista, ¿sabes? Come y anda, anda y come", decía Antonio, otro pastor. "Por supuesto que no le ponemos nombre a todas las ovejas. Sólo a las más listas y guapas, como a Benita", matizaba.

En la plaza de Cibeles, las ovejas se agitaron. El ruido de la fuente y el frescor del agua alteraron a Benita. "Está sedienta", explicaba un pastor después de dos horas de recorrido por el duro asfalto. "Además está muy cerca del césped, y eso la inquieta". Benita no se inmutaba por, el manoseo de los niños o por los disparos de los fotógrafos. "Ella mira para abajo, y punto. Quiere salir de aquí cuanto antes y buscar campo", cuenta otro de los arrieros.

Este año, el pelotón ovino estuvo escoltado además por bueyes, vacas, carros, carretas, pendones y maragatos.

Medio centenar de operarios del servicio de limpieza, cuatro barredoras y 50.000 litros de agua se emplearon para asear el rastro del ganado. Luis Molina, el concejal de Limpieza, no se lamentaba del trabajo: "Algunas calles quedan peor durante los fines de semana".

A Benita y las suyas aún les restan 300 kilómetros de viaje. El 15 de noviembre llegan a Cáceres.

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