Comienza el juicio por el crimen del joyero secuestrado y descuartizado
La Audiencia Provincial de Madrid será escenario desde hoy del juicio contra la pareja acusada de secuestrar, asesinar y descuartizar el 13 de abril de 1995 al joyero madrileño Andrés Crespo. Los dos acusados -José Roberto Morales y Alcira Susana Calvito- se enfrentan a una petición del fiscal de 84 años de cárcel para cada uno. Todo crimen es espeluznante, pero éste lo fue aún más por las cotas de sevicia que, presuntamente, empleó la pareja: dieron a su víctima un contundente golpe en la cabeza y luego trocearon su cuerpo en 33 partes y lo enterraron.
Los dos acusados no conocían de nada a la víctima, pero tenían problemas económicos y creyeron que Crespo, entonces director general de la joyería Vadacris, era un hombre acaudalado y, por tanto, una víctima propicia para exigir un rescate. Con la excusa de proponerle un negocio, la pareja se entrevistó con él la noche del 12 de abril de 1995. Tras la cita, la pareja le obligó a entrar en un coche, en el que le llevaron hasta un chalé situado en Soto de la Moraleja.
Al llegar a la vivienda, le quitaron una tarjeta bancaria y, ya amordazado, le obligaron a que les diese el número. Más tarde, Alcira se desplazó con el coche y la tarjeta hasta un cajero ubicado en la calle de Claudio Coello, donde sacó 35.000 pesetas. Abandonó allí el coche y regresó al chalé en taxi. Bien entrada la madrugada, ordenaron a la víctima que telefonease a su familia, en concreto a su hermana Eufemia: "Fami, estoy secuestrado", soltó Crespo entre sollozos. "¿Dónde estás, dónde estas?", inquirió ella, nerviosa. El acusado arrebató el teléfono al joyero y espetó: "Su hermano está secuestrado, queremos un millón de dólares antes del martes. Siga las instrucciones y no avise a la policía ni a nadie; si no, le mataremos y extenderemos los trozos de su cuerpo por todo Madrid".
Golpeado en la bañera
Los secuestradores ni siquiera esperaron la reacción de la familia. Esa misma noche, según la versión del fiscal, le llevaron hasta la bañera del chalé y le propinaron un fuerte golpe en la cabeza que le provocó un traumatismo craneoencefálico. Luego, como habían amenazado, comenzaron a seccionarle el cuerpo. Lo dividieron en 33 partes, que ocultaron en bolsas. Salieron del chalé y pidieron a un taxista que les llevara hasta una finca de Cercedilla, donde, enterraron el cuerpo. Mas tarde, cómo si nada hubiese ocurrido, la pareja siguió llamando a la familia, a la que engañaron diciéndole que seguía vivo y que lo liberarían a cambio del dinero. La policía cercó las cabinas de la zona de donde procedían las llamadas y, finalmente, detuvo a la pareja. Al verse acorralado, él intentó usar un revólver, y ella tiró al suelo una nota con el mensaje que acababan de leer por teléfono a la familia del joyero: "Andrés está muy bien, un poco preocupado". Horas después, la policía descubrió el cadáver descuartizado y enterrado.
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