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Tribuna
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Las Bolsas

Un billón de dólares de capital financiero viaja cada día de un lugar a otro del planeta a la velocidad de la luz. Sobre la Tierra, cada día hay menos inflación: los Gobiernos barren esa basura donde incluyen también a las legiones de pobres, desamparados e inútiles para el mercado. La masa inflacionaria que de verdad cuenta es aquella que, en un espacio astronómico, vuela como un ejército de virus en busca de la especulación. Esta nube colosal sigue las leyes de una danza regida por bancos y altas corporaciones, y de su vaivén caen sin cesar toneladas monetarias sobre las arcas de los poderosos. Tales virus son, no obstante, materia letal, y sus radiaciones pueden matar. Los amos del mundo procuran resguardarse de sus perjuicios, pero las gentes comunes, desprovistas de protección, se hallan expuestas a sucumbir en. cualquier instante. El reventón de las Bolsas en el sureste asiático irradia ahora sobre el mundo como un portentoso Chernóbil capaz de acarrear miseria adicional a millones de seres humanos. El juego especulativo los lleva de antemano incluidos en su hoguera.El neoliberalismo rampante, la hipertrofia de los flujos financieros, la dejación del mundo al designio de corporaciones privadas, recuerda con sus daños los costes humanos que siguieron a la Revolución Industrial o a la época de la Gran Depresión. Como entonces, la inhumanidad y la sinrazón definen el cataclismo del sistema. La locura financiera actual, ininteligible para la gente común, destructora del progreso, incurable al fin sin la severa intervención del poder público, llega ahora desde Asia; o desde cualquier lugar. En la globalización, la Bolsas operan como núcleos de fama y ficción cuando marchan bien. Pero, cuando estallan, vienen a destruir y matar como desquiciadas centrales nucleares.

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