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Yeltsin paga un precio por ceder ante los comunistas para superar la crisis

El presidente ruso, Borís Yeltsin, ha logrado superar su último choque con el Parlamento sin comprometerse a cambiar el rumbo de la reforma pero, a diferencia de crisis anteriores, ha tenido que pagar un alto precio a la oposición comunista y nacionalista. Además, los reformistas, Anatoli Chubáis y Borís Nemtsov, han perdido el monopolio del acceso al líder del Kremlin, algo que tiene una traducción directa en términos de poder e influencia.

Los comunistas retiraron el miércoles en la Duma la moción de censura contra el Gobierno, después de que el primer ministro, Víktor Chemomirdin, y el propio Yeltsin mostraran su disposición al diálogo y a aceptar algunas propuestas de la oposición.Los comunistas se han reservado el derecho a volver a plantear la no confianza si el Gobierno no cumple sus compromisos, y Serguéi Baburin, nacionalista de izquierdas, integrado en Poder Popular, ya reúne firmas para resucitar la moción, pero ambas posibilidades parecen ahora remotas.

Ni a los comunistas ni a Yeltsin les interesaba que hubiese elecciones anticipadas. A Ziugánov porque, todo lo más, eso le habría podido dar un puñado adicional de escaños, pero nunca la posibilidad de formar Gobierno, habida cuenta del carácter presidencialista del régimen. Y a Yeltsin, porque el proceso habría generado una inestabilidad lesiva para la marcha de las reformas económicas y para recuperar la confianza de los inversores extranjeros y del Fondo Monetario Internacional.

El presidente ha aceptado pagar un precio más alto de lo que se preveía: mayor presencia de la oposición en la televisión estatal, un diario del Parlamento, reuniones periódicas entre Gobierno y oposición, revisión, del plan para elevar los alquileres y los servicios comunales de las viviendas, diálogo sobre la Ley de Gobierno y retirada del código fiscal, que ya había acumulado 4.000 enmiendas en la Duma. La oposición no ha logrado su objetivo principal, que era eliminar a los dos viceprimeros ministros: Borís Nemtsov y sobre todo, Anatoli Chubáis. Sin embargo, ambos propulsores de la reforma radical están muy lejos de poder considerarse vencedores de una crisis en la que no han jugado ningún papel activo.

La casi única alegría que se ha llevado Chubáis es que no habrá retirada del código fiscal, uno de los pilares de su plan reformista, sino que se estudiará por una comisión conciliatoria.

Yeltsin le ha hecho un buen favor a Ziugánov, que ha podido salvar la cara ante el sector duro comunista. Al mismo tiempo, el presidente se asegura un interlocutor razonable.

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