Fraga olvida las "injurias" y promete gobernar para todos, "incluidas las bases" de la oposición
Manuel Fraga cumplió su promesa a rajatabla, como no podía ser de otro modo. En una mañana tenebrosa, con el alba aún apuntando y lloviendo a mares, el presidente de la Xunta abandonó su residencia de Roxos, en las afueras de Santiago de Compostela, y a las 7.45 entró por la puerta del palacio de San Caetano, la sede administrativa del Gobierno autónomo. En su despacho recibió múltiples llamadas de las principales cadenas de radio del país, a las que formuló su promesa de gobernar "para todos, incluidas las bases" de los partidos que lo han combatido, y "olvidando todas las injurias".
Manuel Fraga se reincorporó al trabajo cotidiano con otra aplastante mayoría absoluta en el bolsillo. Su arrasadora victoria podría incluso agrandarse mañana, cuando se realice el escrutinio de los votos emitidos por los emigrantes, 70.000 de un censo total de 232.000. Las previsiones apuntan a que los gallegos del exterior han dado también un respaldo mayoritario al PP.En ese caso, los populares podrían ganar un escaño más por A Coruña en detrimento del Bloque Nacionalista Galego (BNG) y alcanzar los 800.000 votos, la cifra más alta lograda nunca por el centro-derecha en esta comunidad y que el propio Fraga se había fijado como techo. De ser así, en el balance final el PP perdería sólo un diputado con respecto al anterior Parlamento, en el que tenía 43. Y además, este escaño corresponde a Ourense, que elegía uno menos que en 1993 debido al descenso de su población. El BNG obtendría 18 (13 hace cuatro años) y la coalición de izquierdas 15 (el PSG había conseguido 19 en las elecciones de 1993).
Fraga, al que la oposición siempre ha acusado de abusar de la mayoría, ha reiterado desde la misma noche de las elecciones que su propósito es gobernar para el conjunto de los ciudadanos, no sólo para sus votantes. "Todos somos pocos para esta gran tarea de entrar en el próximo milenio", declaró a Radio Nacional. Fraga se muestra "abierto al diálogo con todo el mundo". "Admito", dijo, "la buena fe de todos, y olvido todas las injurias, que no han sido pocas y, por cierto, contraproducentes".
No aparenta estar excesivamente preocupado el jefe del Ejecutivo gallego por el espectacular crecimiento del BNG, un fenómeno insólito en Galicia, donde el apego de sus habitantes a la lengua y las costumbres propias nunca se había traducido en el apoyo a un movimiento nacionalista fuerte. Fraga parece empeñado en considerarlo como un suceso coyuntural. "Yo distingo galleguismo de nacionalismo", declaró; "el nacionalismo en Galicia, como en toda Europa, es algo del pasado".
El Olivo: "un acebuche"
En otra entrevista con la cadena SER, el fundador del PP ironizó sobre el batacazo de la coalición PSOE-Esquerda Galega-Os Verdes. El "experimento" de lo que se había dado en llamar el Olivo, por las similitudes con la alianza de centro-izquierda que gobierna en Italia, "no pasó de acebuche, que es el olivo silvestre, que da poca aceituna", bromeó.El presidente de la Xunta interpreta el respaldo a su gestión como un espaldarazo al Gobierno de Aznar, aunque con ciertos matices. "Todo el mundo quería ver la reacción de la sociedad española, en este caso a través de la gallega, ante las medidas económicas y sociales del actual Gobierno, a mi juicio brillantísimas", declaró Fraga, quien, sin embargo, agregó: "Todo esto es interesante. Pero no exageremos las extrapolaciones".
La tarea inmediata de Fraga es perfilar su próximo Gobierno, en el que ya ha adelantado que no se producirán grandes cambios. En principio, también parece descartar la posibilidad de nombrar vicepresidente, puesto al que aspiraba Xosé Cuiña, el secretario general del PP gallego, que de ese modo pretendía recibir un espaldarazo en sus pretensiones sucesorias. Pero tanto Cuiña como sus dos aliados, los barones Francisco Cacharro, de Lugo, y José Luis Baltar, de Ourense, tendrán mucho que decir en la formación del gabinete. Cacharro quiere la consejería de Agricultura para un hombre de su confianza, Fernando Carlos Rodríguez, quien, de hecho, durante la campaña se convirtió en interlocutor ante los sindicatos agrarios.
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