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Tribuna:TABAQUISMO
Tribuna
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A vueltas con el humo...

VÍCTOR LÓPEZ GARCÍA-ARANDAEspaña ha pasado del puesto 21 mundial en consumo de cigarrillos 'per cápita' en 1980 al puesto 12, lo que debería mover a las autoridades a encarar el problema

Recientemente se ha celebrado en Pekín la X Conferencia Mundial sobre Tabaco o Salud con la asistencia de 1.500 delegados y participación importante de científicos y expertos españoles. Allí se han dado a conocer, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), datos preocupantes sobre la evolución del tabaquismo en España. A través del libro Tobacco or health (a global status report), presentado en un país con 300 millones de fumadores, los expertos mundiales han conocido que nuestro país ha pasado del puesto 21, en la lista, de consumo de cigarrillos per cápita en 1980, al puesto 12 en 1992 con 2.670 cigarrillos consumidos por adulto y año.Pocos países han tenido el dudoso honor de subir de forma tan fulgurante en la escala del consumo; más bien ha ocurrido lo contrario en la mayoría de los países desarrollados, y así Canadá, Estados Unidos y Australia han pasado en este mismo periodo de ocupar los tres primeros, puestos del escalafón a los lugares 13, 11 y 10 respectivamente.

Se estima que, aproximadamente, fuman 1.100 millones de personas en el mundo (un tercio de la población del globo por encima de 15 años). La mayoría de los fumadores -800 millones- están en países en vías de desarrollo y gran parte de ellos son hombres. Los países industrializados con mejor nivel de información, preocupación creciente por la salud y control adecuados de las industrias tabaqueras han ido logrando que disminuya el consumo de tabaco de la población hasta un 16% en los últimos 25 años. El obsesivo interés por la cuenta de resultados de las multinacionales del sector (prácticamente siete controlan la mitad del consumo de tabaco en el mundo) ha hecho que sus esfuerzos Publicitarios se dirijan a países de Asia, África y este de Europa, donde el mercado potencial de jóvenes y mujeres es enorme y encuentran Gobiernos débiles institucionalmente con problemas de salud mayores que los que, por ahora, les puede ocasionar el tabaco. El resultado es que de los tres millones de muertos que origina actualmente cada año el tabaco en el mundo, un millón se produce en países en vías de desarrollo, pero de seguir las actuales tendencias serán 10 millones el número de muertos en el año 2020, de los que 7 millones corresponderán a países del tercer mundo.

Nadie puede dudar que España, miembro de la Unión Europea (UE), tiene un nivel de desarrollo similar al de los países que nos circundan, pero si tuviéramos que tomar como referencia el tabaco, nuestra alineación sin duda estaría más próxima al Tercer Mundo que al de los países desarrollados. Unos ejemplos prácticos pueden corroborar esta afirmación: los varones adultos de nuestro país son fumadores en un 48% (los más fumadores de la UE), porcentaje similar al de los búlgaros (49%), albaneses (49%), británicos (28%), alemanes (36%) o belgas (31%) por sólo tomar muestras de nuestro viejo continente.

A nadie se le oculta que el incremento en el porcentaje de fumadores va unido indefectiblemente a mayor morbimortalidad de la sociedad (recuérdese que actualmente el tabaco causa 46.000 muertos cada año en nuestro país); no es descabellado, por tanto, exigir que se tomen medidas para corregir estas tendencias que tanto daño hacen a una sociedad y que se verá incrementado de forma exponencial en los próximos lustros.

Las armas están a la mano de todos y por todos son conocidas; el problema es que se quieran usar o no. Una política de precios como en la que estamos envueltos en los últimos días (el tabaco español, aun con la última subida, sigue siendo el más barato de la UE junto con Portugal), un control de la publicidad (elemento básico para disminución del tabaquismo), educación en las escuelas, desarrollo de normativas para hacer cumplir la legislación vigente y, sobre todo, sensatez y respeto hacen que un país progrese en esta materia. Si se quiere se puede, pero ¿se quiere?

Víctor López García-Aranda es presidente del Comité Nacional para la Prevención.

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