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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apuesta Guggenheim

EL MUSEO Guggenheini que hoy abre sus puertas -imponente creación arquitectónica del norteamérica no Frank O. Gehry- está llamado a constituirse en una de las referencias mundiales del arte del siglo XX. Pero lo que hoy inauguran los Reyes en Bilbao es bastante más que un museo. El Guggenheim se ha convertido en la insignia de la voluntad de los vascos de no resignarse a un presente sombrío en muchos aspectos y de avanzar hacia un futuro más abierto y esperanzador. Contra ese emblema popular pretendió atentar ETA el pasado lunes. Es su manera de intervenir en la realidad vasca: anegando en sangre los debates sobre los proyectos ciudadanos. Dada la tayectoria de esos falsos gudaris, no es extraño que la víctima de su ataque fuera un miembro de la Ertzaintza, una de las instituciones más representativas del autogobierno vasco. El efecto -contrario al pretendido- ha sido que, sectores reticentes a la iniciativa del Guggenheim la interioricen como parte de una apuesta colectiva por el futuro, una apuesta voluntarista hecha a comienzos de los noventa para contrarrestar el desánimo social causado por la quiebra en la ría de Bilbao de los pilares siderometalúrgicos de la prosperidad tradicional del País Vasco.Fue el sustituto de emergencia de ambiciosos proyectos de reindustrialización que no llegaron a cuajar, como la inédita planta de automóviles auspiciada por López de Arriortúa. El museo surgió del contacto casual de dos necesidades imperiosas: la de la Fundación Guggenheim de Nueva York de rentabilizar sus fondos artísticos, y la de las autoridades vascas de combatir la sensación de declive social. Siete años y 23.500 millones de inversión han convertido al Guggenheim bilbaíno en la insignia, universalmente reconocible, de la nueva realidad económica vasca.

Barco varado o soufflé que se derrumba, el edificio erigido junto a la ría lleva al límite la tendencia al museo espectáculo, donde el continente compite en atractivo con las obras que alberga. Pero la potencia de la construcción, una de las más originales de la arquitectura del siglo XX, ha contribuido también a poner sordina a objeciones razonables. Por ejemplo, la tutela excesiva que. mantiene la fundación de Nueva York y que se plasma en la ausencia de un director artístico, en la escasez de una colección permanente o en la conflictiva relación con los artistas vascos de primera fila. Hay que lamentar también el detalle inelegante del ex lehendakari Garaikoetxea de invocar motivaciones ideológicas para no acudir al acto oficial que presidirán los Reyes: pueril manera de singularizarse. frente a un acontecimiento que celebran la mayoría de los vascos.

Los responsables del museo se enfrentan ahora a otra apuesta: la de conseguir que lo que fue una iniciativa política funcione como proyecto artístico y cultural. Esto exige reforzar su colección para despejar la sospecha de que se trata de un bello almacén para la obra itinerante de la fundación neoyorquina. Sólo así se conseguirá a la larga que Bilbao entre en los grandes circuitos europeos del arte. Y queda, por fin, el compromiso de establecer un diálogo enriquecedor con la realidad cultural del País Vasco.

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