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FESTIVAL DE CINE DE SITGES

Bille August traduce en espléndidas imágenes una gran novela de la sueca Selma Lagerlöf

El mallorquín Agustín Villaronga regresa con '99.9', un correcto filme de género

Tiene la sobriedad, los modos y el estilo de los grandes filmes nórdicos, que no es otro que un realismo de hierro, una puesta en escena cuidada y un pulso narrativo pausado y constante. Se llama Jerusalem, dura 2 horas 45 minutos, la dirige Bille August y es un soberbio ejemplo de cine clásico a partir de una novela de la hoy injustamente olvidada escritora sueca Selma Lagerlöf Junto a ella, una película bien dirigida aunque de guión chusco, 99.9, de Agustín Villaronga, y un par de thrillers para ingresar en la cuenta del olvido -la australiana Haven's burning, de Craig Lahiff, y The world, the fireworks, del norteamericano Nfichael Oblowitz- completaron otra apretada jornada del Festival de Sitges.

De entre todo lo visto no sólo ayer, sino desde que comenzó el festival, Jerusalem es uno de esos platos que a uno le gustaría comerse por lo menos una vez al mes, o al año. La película, que sirve además para reconciliarse con el director de Pelle el conquistador y para olvidarse del August de Smila, cuenta las vicisitudes de un grupo de campesinos suecos que, en 1896, emigraron y se afincaron en los alrededores de la Ciudad Santa como culminación de un proceso de profundización religiosa radical de corte milenarista conocido como "helgenismo".Como muchas de las grandes novelas realistas de fines del siglo XIX y principios del XX, lo que aquí se cuenta es una realidad social determinada, la del campo sueco de la época; un par de conmovedoras, tremendas historias de amor, amén de un debate religioso que, a pesar de su aparente lejanía, resulta extrapolable a nuestro presente. Hay muchos puntos de interés en este filme aparentemente sencillo, pero en realidad inmensamente complejo, vivo y hermosamente actual.

A destacar, junto a la belleza de la factura visual de la película, el rigor de una propuesta estética siempre coherente y unas interpretaciones soberbias -en especial la de Maria Bonnevie-, el cariño inmenso que August, y Lagerlóf` por supuesto, sienten por los personajes, por todos. A pesar de sus opciones personales, todos ellos tienen ocasión de exponer dramatúrgicamente sus razones en un ejercicio de madurez que hace de Jerusalem la mejor película en la accidentada carrera del director danés.

En el apartado dedicado al cine fantástico se presentó ayer un nuevo título a concurso, 99.9, del mallorquín Agustín Villaronga. El filme, de "intriga terrenal", según la propia definición del cineasta, toma el título de la frecuencia de una emisora de radio en la que trabaja como locutora Lara (María Barranco), la protagonista, quien presenta un programa nocturno de fenómenos paranormales.

Fue María Barranco quien implicó a Villaronga en el proyecto. Así lo reconocieron ambos ayer. El cineasta llevaba casi seis años apartado del cine cuando le llovió la propuesta y en seguida le atrajo la historia que escribían los guionistas Jesús Reguería y Lourdes Iglesias, inspirada en el caso de las caras de Bélmez. "Ese fue el punto de arranque, pero al incorporarme al equipo llevé el asunto más hacia mi terreno", contó el director. Eso significó que en el guión quedó difuminada la parapsicología y el filme se hizo "más claustrofóbico, más sórdido, con menos diálogo, más cerrado en sí mismo", según Villaronga.

El filme que mezcla con poca habilidad una trama de asesinatos con fenómenos aparentemente paranormales, y que lo hace, además, con un guión tramposo y chapucero que culmina algunos de sus despropósitos en un final de escaso gancho, mantiene no obstante su interés por la capacidad de Villaronga para controlar un tono narrativo alejado del guiñol y contrario a la efusión sanguinolenta.

A partir del personaje, al que María Barranco presta toda su sabiduría profesional, y un extremo cuidado por parte del realizador para crear una atmósfera tensa y sugestiva -a pesar de los errores del guión-, 99.9 termina configurándose en una propuesta de género digna.

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