Ayala desentraña el intenso, universo de 'Metropolis' de Grosz
Si el intento del Museo Thyssen con el ciclo de El cuadro del mes, en el que un escritor imparte una clase sobre su obra preferida es mostrar esas afinidades electivas que hermanan las almas de los artistas, en el caso de la clase de ayer, de, Francisco Ayala sobre Metrópolis de Georg Grosz, se consiguió plenamente. Ayala desentrañó las claves de un cuadro que simboliza "mito de la gran ciudad deshumanizada".
Ya el director del museo, Tomás Llorens, presentando al veterano novelista y lucídisimo crítico que inauguraba el curso 97-98, contó como Metrópolis había sido elección personal de Francisco Ayala, que se ha referido a George Grosz en numerosas ocasiones. Y a lo largo de la conferencia, Francisco Ayala, que hizo un recorrido por las intenciones, la pintura y los textos, la biografia y las circunstancias vitales del pintor alemán, fue déjando caer las razones por las que esa elección se justificaba, en una reflexión que incluía la lucidez de la mirada, el sentimiento común, y un análisis sociopolítico que trasciende el momento histórico -Alemania, entre guerras- para hacemos reflexionar sobre el presente.Francisco Ayala (Granada, 1906) había elegido ese impresionante cuadro rojo, en el que un edificio emblemático y una multitud abigarrada se reparten el protagonismo, para hacer una suerte de teoría refleja de la ciudad. Grosz y Ayala tienen en común la idea de la ciudad irredenta, de las masas dirigibles y controlables, y Ayala dejó claro su homenaje a George Grosz por haber erigido ese "mito de la gran ciudad deshumanizada", que es finalmente "el gran tema común de la vanguardia". Y es que si en palabras de Ayala, las masas producían a Grosz una "intolerancia visceral" y no sólo "rechazo intelectual", lo mismo parece ocurrirle al propio Ayala dicho sea tras, haber leído sus numerosos ensayos sobre arte y sobre sociedad. Pero si, como afirmó ayer, a Grosz "la humanidad le da, asco", a Ayala en cambio le produce una infinita solidaridad, una voluntad de progreso y un nada ingenuo respeto por la actividad política le sacan de esa contradicción tan típica de la época en que se debate Grosz. Dadá, expresionista, degenerado, es la suya, dice Ayala, la contradicción entre un espíritu delicado e idealista, enfrentado a una realidad insoportable".
Una realidad que incluye la fascinación por, la épica americana, nación que incluso para Lenin representaba entonces un modelo de progreso, y la desilusión que el mismo Lenin le produce a Grosz lo que le lleva a dejar el Partido Comunista. La estancia americana es una experiencia que, como el Berlín de 1929, comparte con Ayala, que ha hecho su exilio, tras Argentina y Puerto Rico, mayoritaria mente en EE UU. Tanto en la obra de Grosz, como en la de Ayala el resultado es "una rebelión contra el orden: la obra de un revolucionario".
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