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ELECCIONES EN GALICIA

Ni leche ni pescado

Las restricciones asfixian la capacidad productiva del sector primario gallego

Ni leche propia ni aguas para la flota. La liberalización internacional de los mercados pierde su plena aplicación con los principales productos del sector primario gallego. Ganaderos y pescadores libran aquí una constante batalla contra cuotas y barreras internacionales contemplando cómo por otra puerta del mercado hispano entran de importación productos que ellos podrían suministrar. No son los suyos más caros o de peor calidad. Las causas de los contingentes remiten, sobre todo, a cláusulas específicas que condicionaron la incorporación de España a la Unión Europea. Y nadie ha dispuesto alternativas productivas a esos sectores que encardinan como ningún otro la identidad de Galicia. De ahí la hondura de la crisis."No diré yo que la pertenencia a la Unión Europea, en general, no beneficie a España. Pero nosotros, no dejamos de recibir trato de extranjeros". Xosé Manuel Novo sabe de lo que habla. Él mismo fue emigrante en Europa hasta hace seis años. Regresó a sus lares semiabandonados en A Estrada (Pontevedra) e invirtió los ahorros en construir un establo y comprar vacas lecheras. "¿Qué podía hacer? Era lo más adecuado para aprovechar las tierras, la caza...".

En 1992, apenas habían empezado las vacas a dar leche, recibió la visita de los inspectores ganaderos. Le asignaron una cuota obligatoria de 2.000 kilos al año. Los recursos que formuló Novo contra aquella decisión cayeron en saco roto, y pronto empezó a acusar las consecuencias. Ya ese año produjo 20.000 kilos de leche, diez veces más de lo permitido. Ahora tiene 20 vacas y produce más de 50.000. Y su cuota sigue siendo de 2.000 kilos.

Esta asignación de cuotas lecheras se fijó en 1992 en base a promedios de producción de años anteriores, a los que se aplicó una reducción del 10% al 20%. Hubo quien, temiéndose lo peor, en el registro oficial no declaró nada. Otras explotaciones empezaron a funcionar después de 1987, primer año de referencia, y las matemáticas camuflaron la realidad. Por ahí empezaron los desfases.

En Galicia hay unas 50.000 explotaciones lecheras. La explotación tipo emplea, como la de Xosé Manuel Novo, a toda la familia: matrimonio, hijos y, si cabe, los abuelos jubilados, que además capitalizan los resultados con sus pensiones. En total, unas 200.000 personas viven de producir alrededor de dos millones de toneladas anuales de leche. La cuota asignada es de sólo 1.650.000 toneladas. El consumo español se cifra en ocho millones de toneladas, más del 20% de importación.

"En realidad no se sabe la capacidad lechera de Galicia, en ningún momento han permitido modernizar y desarrollar el sector", afirma Manuel de la Cal, del Sindicato Labrego. "Para poder vivir dignamente, estimamos que deben producirse 100.000 kilos por cada persona activa, y no es utopía: así funcionan en Noruega", aduce. 0 en los países lecheros de la Unión Europea, donde las explotaciones tienen un promedio de 125 vacas y 120.000 kilos de producción. En Galicia, la explotación media la forman 10 vacas que producen 37.000 kilos anuales. Y que, no obstante, revientan la cuota.

Los ganaderos gallegos viven en pugna constante con las industrias que les recogen la leche y que fijan unilateralmente los precios en función de su cantidad y calidad, o de sus propias estrategias de mercado."Nunca hay precios estables, ni siquiera en una misma comarca", indica De la Cal. "Una misma industria puede subir de repente los precios en una zona con la única intención de quitarle mercado a otra industria que esté operando en ella. Y ya lo tenemos comprobado: lo que suben en una parte lo rescatan pagando menos en otra; ellas nunca pierden". "A todos nos dicen que,compremos cuota, aquí o fuera de Galicia, para legalizar nuestra sobreproducción", explica Novo. "Algunos lo hacen, pero yo me niego a pagar por trabajar".

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Nadie discute que urge una reestructuración del sector, que pasa, con otras medidas, por la concentración de las explotaciones para que puedan competir en rentabilidad con las europeas. "La teoría ya la sabemos, pero falta la política que la pongan en práctica en términos razonables", denuncia De la Cal. "Porque, sí, la gente puede dejar su pequeña explotación, pero luego ¿a qué se dedica, qué opciones se le ofrecen? ...

Únicamente abandonan, en consecuencia, los que se jubilan, lo que avala la caída en barrena del empleo en el sector agrario gallego, reducido a casi la mitad en los últimos años. Todavía ocupa, no obstante, al 24% de la población activa, que aún soporta otra discriminación macroeconómica: las subvenciones representan en Galicia el 10% de la renta agraria, mientras que en el conjunto de la agricultura española superan el 25%.

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