Hacia la subida de precios por el camino del descuento
Editores y libreros aseguran que el Gobierno provocar a el encarecimiento de los libros de texto si altera el sistema actual
Los libros de texto se podrán vender con el 100% de descuento en el año 2000 si los diputados apoyan en el Parlamento el proyecto del Gobierno. La iniciativa de acabar con el precio fijo convierte lo que eran bienes culturales en meros objetos de promoción, a semejanza de los pins o las gorras de visera. Cualquiera podrá entrar en un hipermercado y llevarse un libro de Matemáticas o un diccionario de, sinónimos si paga unas zapatillas deportivas o una paletilla de jamón.El Ejecutivo, y particularmente la ministra de Educación, Esperanza Aguirre, no coincide con el Consejo de Europa, que considera que el libro, por su dimensión cultural, debe recibir "un trato diferente del que se otorga a otros bienes de consumo". Pero Aguirre tampoco coincide con su propia Dirección General del Libro, que el pasado. 16 de diciembre defendió en Bruselas el precio fijo -vigente en nueve países comunitarios y en estudio en otros dos- como garantía de la "igualdad de oportunidades", y advirtió de que suprimirlo "supondría inexorablemente el cierre de un número importante de librerías" en beneficio de las grandes superficies.
Las consecuencias culturales de la modificación que promueve la ministra de Educación y Cultura pueden ser más importantes, pero no tan llamativas como las económicas. La tentación del consumidor es recibir con alegría cualquier descuento, pero la cuestión es más complicada cuando se habla del 100%, porque las cuentas no cuadran. La pregunta es quién acabará pagando las rebajas.
Editores y libreros, que han expresado su rechazo total a la iniciativa del Gobierno, pintan un negro panorama: los primeros en sufrir las consecuencias serán los libreros y sus empleados; los segundos, los consumidores; los terceros, los estudiantes, y, en último lugar, el sistema educativo y cultural.
En contrapartida, los beneficiarios serán los hipermercados y las grandes cadenas. Otra cosa sería un milagro matemático, ya que sólo empresas cuya dependencia del libro no llega al 1% de su facturación pueden afrontar rebajas del 100%. Incluso el Consejo Económico y Social cree que "no parecen ser adecuados" los descuentos previstos, y echa de menos "esa necesaria reflexión sobre las consecuencias" de la medida.
El proyecto, aprobado por el Consejo de Ministros del pasado viernes, se someterá a la aprobación de las Cortes durante los próximos tres meses, ya que está incluido en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos del Estado. La autorización de descuentos se refiere a los libros de texto y al "material didáctico complementario" de primaria y secundaria obligatoria, y se regula del siguiente modo:
- Hasta el 25% de descuento para el curso próximo.
- Hasta el 50% de descuento desde el curso 1999-2000.
- Exclusión del sistema de precio fijo a partir del 2000-2001.
Las principales objeciones del sector del libro pueden desglosarse así:
Las librerías pierden. Las más de 4.000 librerías y papelerías del país lo tendrán mal para sobrevivir, tanto peor cuanto mayor sea el descuento autorizado. Cuatro de cada diez pesetas que entran en la caja de una librería vienen de los libros dé texto. No se puede ofrecer el 100% de descuento cuando el negocio consiste precisamente en vender libros. Por él contrario, las grandes superficies, cuyo negocio no depende en absoluto de los libros, podrán regalarlos a quienes compren otros artículos. Los compradores desertarán de las librerías, porque nadie prefiere libros pagados a libros regalados.
Los hipermercados ganan. "Islas de pérdidas en océanos de beneficios". Es la doctrina Trujillo, uno de los principios fundacionales de las grandes superficies. Se basa en que los consumidores sólo conocen unos. cuantos precios. Creerán que el establecimiento es barato si hay algunos productos baratos, aunque los demás sean caros. Caso aparte es la venta a pérdidas, que consiste en vender por debajo del precio de coste y está prohibida por la ley del comercio minorista (con la excepción de la época de rebajas). Pero el descuento del 100% es punto y aparte y se llama señuelo comercial. Las grandes superficies facturan ocho pesetas en material complementario por cada peseta de libros de texto. Es decir, coparán el mercado sin más que tapir el agujero de los libros regalados con la montaña de ventas de otros productos.
Oligopolio comercial. La guerra de precios durará poco, justo lo que tarde en llevarse por delante al 70% de las librerías, según cálculos del sector. Una vez terminada, los grandes centros comerciales podrán dictar normas sobre precios, suministros y condiciones de pago. Pocas editoriales podrán resistirse. Además, una red comercial menos diversificada se traducirá en una oferta cultural empobrecida. Con la disminución de puntos de venta, la supuesta defensa de la competencia habrá provocado la destrucción de la competencia. Es decir, se producirá una situación de dominio abusivo u oligopolio.
Subida de precios. Los precios bajarán primero por la mera aplicación de los descuentos, pero subirán después, según vaticinan los críticos del precio libre y reconocen en privado algunos defensores. El esquema es el siguiente: las cadenas regalan los libros, dominan el mercado, destruyen a los pequeños competidores e imponen sus condiciones a las editoriales. Éstas no tendrán más remedio que afrontar las presiones financieras elevando el precio nominal (teórico) de los libros para poder así asimilar los descuentos exigidos por los hipermercados o simplemente rebajando el coste del producto en merma de la calidad. La subida de precios y el descenso de calidad acarrearía una degradación de la imagen de las editoriales y un descenso de ventas.
Derecho de devolución. La futura norma autoriza a los vendedores a hacer descuentos sobre productos que no son suyos. Técnicamente, el descuento se realiza sobre bienes ajenos, ya que aún no los han pagado al fabricante y ni siquiera los pagarán si no los venden. En palabras de Alain Gründ, presidente de la Unión Internacional de Editores, "el vendedor es un intermediario que, por importante que sea, no puede asumir la responsabilidad de fijar el precio, a partir del momento en que puede devolver al editor un libro que no ha sido vendido por su elevado precio".
Aumento del desempleo. El sector editorial produce 10.500 empleos directos y 30.000 indirectos. La liberalización prevista puede acabar con unos 10.000 puestos de trabajo, según los cálculos del sector.
Empobrecimiento cultural. Las librerías aportan a los clientes orientación cultural, suministro bajo pedido y, muy especialmente, libros especiales o de difusión limitada, algo que no hacen los hipermercados. La venta de best- sellers concede a la librería un respiro para seguir vendiendo libros de menor salida y más relevancia cultural. Por el contrario, para la librería de un hipermercado, los best-sellers constituyen la única razón de ser, con la salvedad de los libros de texto. Aparte de sus valores lúdicos, no parece que el imperio del best-seller sea un caldo de cultivo para el desarrollo cultural.
Exclusión de editoriales. A semejanza de lo que hacen con otro tipo de productos, las grandes cadenas pueden dejar fuera de sus estantes a las editoriales que consideren poco rentables, especialmente las más débiles. Teniendo en cuenta que los hipermercados no suelen admitir encargos, el horizonte editorial corre el riesgo de estrecharse drásticamente por motivos puramente comerciales.
Contenidos. Fuentes del sector muestran su preocupación por la posibilidad de que la posición de dominio de los hipermercados aboque a la interferencia directa en la elaboración y contenidos de los libros de texto.
Babelia
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