¿Crecimiento necesario o megalomanía?
"Hemos crecido tanto en los últimos años que a nosotros mismos nos produce vértigo", dice Álex Gorina. Lleva razón: el familiar acontecimiento suburense ha ampliado su oferta desde las fronteras del fantástico en varias direcciones, obligado por los cambios en la distribución a escala mundial y por la "incomodidad de calendario", según Gorina, que deja a Sitges a la cola de los festivales y reduce drásticamente su elección de títulos atractivos.Nada que objetar sobre tal cambio, que se viene realizando desde hace tiempo y con inteligencia, sin menospreciar, como falsamente denuncian los adversarios de Gorina, el principal plato fuerte de certamen, el cine fantástico, cuyos filmes siguen siendo los que premia el jurado. Otra cosa es la ampliación de títulos que campa por la parrilla de esta edición.
Casi 500 películas repartidas entre 10 días de proyecciones dan la bonita cifra de 50 al día, algo no sólo impensable de asumir informativamente, sino inabordable para todo cinéfilo que dedique sus esfuerzos a encerrarse en la sala oscura. Eso es sencillamente megalomanía, un mal que aqueja no sólo a Sitges, sino a muchos festivales que cada año aumentan su oferta, sabedores de que hay una creciente demanda entre el público joven que suele poblar estos acontecimientos.
Esa inflación puede provocar, por ejemplo, que los esfuerzos del equipo organizador topen con la confusión de un público que, por desconocimiento o desinformación, no puede establecer un orden de prioridades. Un festival es una apuesta, pero tiene también algo de pedagógico, de instancia abierta al descubrimiento. Y la inflación puede ser letal al desleír, en medio de una marea babeliana de títulos, ciertas propuestas a las que los organizadores tal vez desearían dar prioridad.
La experiencia de Anima't, la buena selección de animación siempre olvidada por los medios de comunicación, debería abrir los ojos a quienes apuestan por una inflación ciertamente desmesurada.
Babelia
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