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Entrevista:NÉLIDA PIÑÓN | ESCRITORA

"El centro de mi vida es el idioma"

Su cargo le ha impedido a Nélida Piñón asistir a Liber 97, que este año convertirá a su país, Brasil, en el invitado de honor, y a participar en el seminario que sobre Clarice Lispector se celebrará en la Casa de América los días 9 y 10 de octubre. Primera mujer en presidir una Academia de Letras, la de Brasil, y la única galardonada con el Premio Juan Rulfo en 1995, de la escritora brasileña, de origen gallego, Nélida Piñón, de 62 años, se ha traducido en España obras como Tebas de mi corazón, Salas de armas, Fundador, La fuerza del destino y La república de los sueños.Pregunta. Su mandato es por un ano. ¿No es así?

Respuesta. La Academia de las Letras de Brasil es una réplica de la francesa. El número de académicos es fijo: 40 notables, y la presidencia se vota anualmente. Yo creo que mis compañeros se han dado cuenta de que tengo una vocación presidencial, y más cuando este año se cumple el centenario de la institución, cuyo primer presidente fue Machado de Assis, uno de los escritores más importantes que ha dado Brasil, que sigue vigente y del que yo nunca me he cansado de citarlo. Lo admiro porque siendo autodidacta, epiléptico, mulato y pobre ha sido el más grande.

P. ¿Qué se puede hacer en un año en la academia?

R. Locuras. Mi interés es que se tenga una visión política de la lengua, por eso invité a Fraga Iribarne como representante de la lengua galaico-portuguesa y a presidentes de los siete países que hoy se expresan en portugués. Hace un mes, y para conmemorar el centenario de la academia, logré que acudieran el primer ministro portugués, Antonio Guterres y el ex presidente Mario Soares. Además, hemos informatizado la biblioteca, realizado la memoria de la academia, editado un libro de arte, organizado conciertos y saraos, así como ciclos de conferencias. Hemos abierto el edificio al público y he conseguido ayudas económicas por -valor de 600.000 dólares. Cuando se trata de la institución no me da vergüenza ser pedigüeña.

P. ¿Abrir la academia al público no es correr el riesgo de perder ese halo de misterio que envuelve a los notables?

R. Hay personas que piensan así, pero yo no lo creo. No es malo convivir con los mitos porque de alguna manera el mito es sustentado por la noción de tu querencia. Además, el fuerte de la academia es la emoción de la memoria, el mito de los muertos, las efemérides, las evocaciones memorialistas. Habría que ser muy loco para renunciar al acuerdo de los grandes nombres.

P. La academia de las letras se ocupa de la lengua.

R. Como academia, no; pero uno de los notables, Antonio Wais, trabaja en un diccionario de 300.000 palabras en el que incluye los brasileñismos. La lengua es de una movilidad asombrosa. Los lexicólogos tienen que tener una sensibilidad muy aguda para saber qué palabras perdurarán. Saber cuáles son sólo una moda o un ómnibus, esas palabras que sirven para todo. A mí me parece que ahora hay una tendencia a reducir las frases, y eso es un empobrecimiento de la lengua. El libro, con toda la fragilidad que la gente quiere que tenga, sigue siendo un valor en nuestra sociedad.

P. Como escritora ¿qué aspectos de su profesión le preocupan.

R. El pacto entre editores y grandes autores porque el mercado tiene la fuerza capaz de romper la solidez estética. Ahora cuando lees ciertas novelas te das cuenta de que tal ingrediente o tal otro responde a que se está pensado en el, mercado norteamericano o el francés o, incluso, en el cine. Ya no hay el rigor de antes: ante el hecho creativo.

P. ¿Cuál es su relación con la creación literaria?

R. Yo soy muy viajera, pero todos me devuelven a Brasil porque el centro de mi vida es el idioma. Necesito de las interpretaciones que nosotros, como país nuevo, estamos haciendo del idioma. Mi relación con la literatura sigue siendo sagrada; es placentera y difícil. Siempre que me pongo ante un papel en blanco lo hago temblando. Hago un sacrificio de mí misma, pero creo que la compensación es saber que no estoy conviviendo con la levedad del texto. Es verdad que antes era mucho más exigente. Con los años he desacralizado el acto de escribir, pero si es para iniciar tina novela, necesito una temperatura determinada, la del lenguaje. Es decir, conocer de antemano qué estructura va a tener, cuáles van a ser sus ingredientes, qué tipo de párrafo voy a utilizar, si largo o corto, y si la narración va a ser de tipo nervioso o sosegado, definiciones muy concretas para poder empezar a escribir.

P. Quiere decir que tras los preparativos escribe de corrido.

R. En absoluto. Mi relación con el papel es amoroso pero de una cierta fatalidad, pero como soy muy obstinada sé que soy competente para dominar la situación. No tiro nada. Yo soy la dueña de mi texto, por tanto tengo que tener mucho cuidado con no asfixiar la emoción del texto y seguir adelante. Hay un momento que éste tiene que ser vasto, escatológico, medieval para que tenga un valor en sí mismo, porque la búsqueda de ese equilibrio tan delicado me parece fascinante y a la vez un desafío. Guardo todo, conservo los siete borradores de La república de los sueños junto con los estudios históricos que utilicé y hasta los mapas que necesité para ubicar a los personajes de esta obra, la más ambiciosa de las mías, porque narré cien años de formación de este país.

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