Recorte forzado
En pocas ocasiones una decisión, de modificación de tipos de interés por el Bancode España ha sido tan forzada por circunstancias ajenas a los fundamentos de la economía como la que adoptó ayer. Tan aparentemente contraria a esa bien ganada tradición de rigor que ha convertido a su gobernador un año más en el mejor valorado del mundo.La reducción en el tipo de intervención decenal, y las que muy probablemente le sigan en los próximos meses, lejos de contribuir a la satisfacción de ese propósito fundamental que tiene asignado el banco central -la estabilidad de los precios- pueden facilitar lo contrario. Una parado jamás que la peculiar transición a la Unión Monetaria Europea (UME) nos está deparando: las exigencias de estabilidad de precios, básicas para la viabilidad del área monetaria, entran ahora en manifiesto conflicto con la rígida programación de la Unión Monetaria.
En la medida en que una vez iniciada la fase final de la Unión Monetaria sus países participantes dispondrán de una política monetaria común, del mismo tipo de interés básico, habrá de ser en los meses que restan hasta finales de 1998 cuando los bancos centrales traten de aproximar sus respectivos tipos de intervención al que previsiblemente regirá entonces, más próximo al que mantenga el Bundesbank que al que hoy tiene el Banco de España. El rango entre el 4% y el 4,5% es el mayoritariamente previsto para ese tipo de interés que establecerá inicialmente el Banco Central Europeo, asumiéndose igualmente que los próximos movimientos que llevará a cabo el banco central alemán serán de elevación, consecuentes con la recuperación del ritmo de crecimiento de aquella economía.
A pesar de esto último, si las expectativas que hoy existen sobre la transición a la Unión Monetaria y Económica" no se modifican sustancialmente, el Banco de España se verá literalmente obligado a llevar a cabo reducciones adicionales significativas a lo largo de los próximos meses, aun cuando los riesgos inflacionistas no sean menores que los que tratará de neutralizar el Bundesbank mediante actuaciones de signo contrario. La flexibilidad temporal para generar estímulos monetarios tales tampoco es excesiva y, en todo caso, podrán prestarse a interpretaciones distintas a su verdadera motivación.
Así, la tentación de considerar el recorte de ayer como una señal de complacencia con el proyecto de Presupuestos Generales del Estado es grande, pero no del todo consistente con la lógica que ha presidido la ejecutoria del banco emisor desde su autonomía, ni con las repetidas advertencias manifestadas en sus informes acerca de lo vulnerable que es la estabilidad conseguida en ausencia de las consabidas reformas estructurales.
La posición cíclica de la economía española, el explícito relevo que ha empezado a ejercer la demanda interna, y en particular el consumo privado, sobre el crecimiento, tampoco es coherente con la laxitud de la política monetaria. El más relevante de los indicadores al respecto, la tasa de variación de los precios al consumo, seguirá ensanchando su distancia de aquel mínimo histórico registrado en mayo, pudiendo llegar a cuestionar la hipótesis asumida por el Gobierno en el proyecto de presupuestos para finales del próximo año, del 2,1%.
Sobre esa base, la divulgación, el próximo lunes, del informe semestral de inflación, debería contribuir a clarificar el sentido de la decisión adoptada ayer. El hecho de que los operadores en los mercados financieros, empezando por los que concurrieron a la subasta (bajistas en un 90%) hayan saludado esta decisión no es por sí mismo una patente de consistencia con la pedagogía hasta ahora exhibida por el guardián de la, ortodoxia. La reacción de los mercados, ya se sabe, no siempre es inequívoca ni puntual, y eso, entre otras cosas, es lo que hace del oficio de banquero central en nuestros días uno de los más complicados e ingratos, incluso para los profesionales más respetados.
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