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Los 'tories' buscan una salida a su actual crisis de liderazgo

William Hague cumplió ayer sus primeros 100 días como líder del alicaído Partido Conservador británico en medio de indicios de que bien podrían ser los últimos. Acosado por críticas internas, ridiculizado por sus rivales laboristas y virtualmente ignorado por gran parte del público británico, el prematuramente calvo político de 36 años lanzó hace tres días un ultimátum a sus bases: "Apoyadme o echadme".Si el objetivo del líder tory más joven en 200 años era cerrar filas y avivar el entusiasmo conservador, erró de lleno. Ayer, Nicholas Winterton, un alto exponente, y miembro de la bancada tory disparó contra los llamados "puntos Hague", él controvertido plan reformista con el que Hague quiere imponer un nuevo rumbo al partido durante su próxima convención anual de octubre. "No necesitamos una situación estalinista para cambiar dramáticamente todo aquello en lo que creemos los conservadores", dijo Winterton.

Pero en realidad, a Hague se le critica ampliamente por su blandura y falta de visión, y no por su tendencia en favor del cambio radical y ambiciosas transformaciones. A ello se suma su imagen de personaje anodino e incluso más gris que su antecesor, John Major. A pesar de sus esfuerzos por sobresalir, Hague impresiona poco. Cuando hace poco anunció su intención de publicar su biografía, ni una sola editorial expresó interés.

Fortuna en declive

La fortuna política de Hague ha ido en franco declive desde poco después de su sorpresivo triunfo sobre el experimentado excanciller tory William Clarke, en junio pasado. Hague no ha visto más que otra victoria pequeña, la derrota de un parlamentario de Uxbrige. Su peor error fue provocar una tormenta con la inoportuna acusación de que el Gobierno de Tony Blair estaba utilizando la muerte de Díana con "fines políticos". Y su apasionada defensa de la gorra de beisbol como símbolo de su estilo renovador de la derecha extrajo esta semana burlas.

Correligionarios críticos de Hague dicen que la adopción del dogma de "gobierno mínimo" va a tener consecuencias fatales para el partido. Los académicos John Gray y David Willets cuestionan en un libro que se publica el próximo mes la supervivencia de los conservadores. "El conservadurismo no tiene futuro. No por el envejecimiento de sus partidarios ni sus exiguas finanzas... sino por la ausencia de un proyectó digno de credibilidad", sostiene ¿Está muerto el conservadurismo?. "El partido conservador es la sede de un concurso entre dos obsoletos puntos de vista. Sus conflictos sobre Europa fueron los síntomas de la profunda brecha que divide a los defensores del concepto de Una Nación y los libremercadistas del thatcherismo. Ninguno de los dos ha comenzado a comprender los cambios que han transformado a la sociedad británica y la economía global en la pasada década", afirma Gray.

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