"Los cargos públicos te vuelven autista"
Cuando Alicia Moreno Espert fue nombrada directora de los Festivales de Madrid, nadie del mundo del espectáculo ignoraba quién era, si bien los profanos se preguntaban de dónde había salido el nuevo fichaje. Hoy se presenta en Madrid el que es su gran desafío, el Festival de Otoño, el más importante de la ciudad y de cuantos dirige. Su intención es convertirlo en uno de los más importantes de Europa.Su trabajo se ha desarrollado en la sombra. Con 22 años ya colaboraba con el departamento de producción del Centro Dramático Nacional. Fue la época en la que Ramón Tamayo la marcaba de cerca y le enseñaba con mano dura el oficio. A partir de ahí ha pasado por la Zarzuela, por muestras nacionales de teatro, ha sido gerente durante varios años del Festival Internacional del Teatro Clásico de Almagro, responsable de contratación en el de Mérida, administradora del Centro Dramático Nacional, gerente del teatro María Guerrero en la etapa de Lluís Pasqual, ayudante de dirección de varias óperas y directora de producción de infinidad de espectáculos.
Su nombre ha estado unido profesionalmente, entre otros, al de Lindsay Kemp, Pedro Almodóvar, Félix Rotaeta, Compañía Momix, Horacio Rodríguez Aragón, Roland Petit, Cipe Lincowsky y Nuria Espert. Con esta última, además, tiene especiales lazos afectivos: son madre e hija.
En las próximas semanas, con 39 años cumplidos, pretende demostrar lo que ha sido capaz de hacer en muy poco tiempo (fue nombrada en abril) para afrontar el mayor reto de su nuevo cargo: el Festival de Otoño de Madrid, que cuenta con 13 ediciones anteriores, algunas de ellas muy valoradas.
Pregunta. ¿Para qué sirve un festival?
Respuesta. Para ver cosas que de otra manera no sería posible ver, sobre todo en Madrid. Fuera de los festivales estamos viendo una programación en muchos casos muy digna, pero quizá excesivamente nacional. Un festival debe servir para conocer la cultura de otros países y continentes.
P. ¿Ése es el motivo por el que ha barrido de un plumazo de la programación del festival los espectáculos que en cualquier caso estarían en la cartelera?
R. Sí, pero no hay que olvidar que, es muy tentador. Hay muchos espectáculos que nos apetecería tener dentro del festival, pero que se van a programar de todas maneras. El absorber lo que se va produciendo agranda, pero no aporta nada.
P. ¿Cómo ha conseguido cerrar una muestra internacional con tan pocos meses de trabajo?
R. Primero, con un equipo muy bueno; luego, durmiendo muy poco; y, por último, utilizando todos los contactos que una se ha ido haciendo a base de años de trabajo y muchos paseos por teatros internacionales. Pero es cierto que, cuando mandábamos un fax solicitando montajes extranjeros, nos contestaban diciendo que había una errata en la fecha, porque nadie se creía que fuera para 1997.
P. ¿Tiene carta blanca para programar a cuatro o cinco años vista, que sería lo ideal en un evento de este tipo?
R. Desde que acepté este cargo supe que trabajaba para la Administración. La conozco muy bien y sé que es rígida y hay cosas que no se pueden hacer. Si apareciera un maravilloso Brook para el 2005 mandaría una carta a título particular diciéndoles: "Si yo estuviera..., ustedes podrían...".La Administración no es ágil aquí ni en Suecia.
P., Usted ha sido nombrada directora de los festivales de Madrid, pero todo el mundo habla del Festival de Otoño.
R. Es quizá el más importante, pero aquí no se trabaja para que funcione la programación de sólo una cosa: están los festivales alternativos, Teatralia, Madrid en Danza, ciclos de música... De hecho, se ha criticado que hay poca música en el Festival de Otoño, pero hemos tenido en cuenta que lo más importante que va a ocurrir este año en Madrid, en el terreno cultural, es la inauguración del Real, y, además, nosotros abordamos otros ciclos.
P. ¿Por qué ha aceptado este cargo? Hacerlo le ha supuesto tener que cerrar su empresa de producción y distribución de espectáculos.
R. El cargo me rondaba desde hacía tres años, pero éste ha sido el momento en que he visto que tenía libertad para programar. Además, he tocado muchas áreas de mi profesión, pero siempre he visto las cosas desde un lado de la mesa, y creo que cierro un, ciclo profesional poniéndome en este lado en el que estoy ahora.
P. ¿Se ven las cosas de otra manera?
R. Sí, totalmente. Cometes los mismos errores que han cometido contigo. Durante tiempo he tenido colgada en la pared de mi despacho una columna de Rosa Montero que se llamaba Autistas, en la que decía que todos los señores que estaban en cargos públicos se convertían en autistas. La dejé allí muchos años en plan guerrillero. He llegado aquí y los tres primeros meses me he convertido en una autista, porque el volumen de llamadas y petición de entrevistas era tal que era imposible contestar. Fue la primera vez en mi vida que me sentí desbordada. Me llevó cuatro meses recibir a la gente. Pero la experiencia es muy positiva.
P En el terreno cultural y estético, ¿qué objetivos se marca?
R. Yo creo que desde un festival no se hace política cultural, entendida con mayúsculas, pero sí se ve la intención cuando se abre el programa. La nuestra ha sido devolver a Madrid un sitio en la cultura internacional. En el resto de las comunidades han hecho una labor muy sólida, pero en nuestra ciudad se ha desdibu¡ado. Antes, los festivales internacionales eran para nosotros, para la profesión y las élites culturales. Te sentabas siempre con las mismas quinientas personas en el patio de butacas. Ahora queremos abrirlo al gran público. El gran teatro no tiene por qué ir unido a la palabra lujo.
P. ¿Corre riesgos a la hora de programar el Festival de Otoño?
R. Son apuestas, porque grandes riesgos no se corren cuando se traen espectáculos de profesionales de primera fila. No es lícito decir que corro riesgos porque programo a Pasqual con Canales. Otra cosa es que traigamos cosas que nunca han estado en Madrid, como la compañía Trocadero o el montaje de Robert Lepage, pero hablamos de nombres de primerísima división. Ello no quita que entrañe un cierto riesgo programar autores españoles jóvenes. Pero esto son también apuestas necesarias, sobre todo teniendo en cuenta que se quedaban fuera las compañías madrileñas, y era injusto.
P. ¿El que usted haya aceptado este cargo va a impedir que Nuria Espert entre en la programación del Festival de Otoño?
R. Este año mi madre está en el Teatro Nacional de Cataluña, donde estrena dentro de unas semanas, con lo cual no he tenido que plantearme ese problema. Pero si la señora Espert, a la sazón mi madre, aparece con un proyecto que responda a las premisas que establezcamos para el festival y encaja dentro de nuestros objetivos, no, va a ser censurada y tendrá, al igual que si yo no estuviera, bastantes posibilidades de entrar en la programación.
P. ¿Una profesión como ésta machaca la vida privada?
R. Totalmente.
P. ¿Hubiera podido hacer su trabajó si su hija, en vez de tener 20 años, hubiera sido pequeña?
R. Por supuesto. Mi hermana [la actriz Nuria Moreno] y yo nos hemos criado a saltos y con nuestra abuela. Cuando llegó mi hija, todos tuvimos claro que su infancia sería similar.
P. ¿Se ve refleja da en el Festival de Otoño la nueva revitalización que está viviendo el teatro en Madrid, con la aparición de nuevos teatros y con inyecciones de dinero del sector empresarial ajeno a la escena?
R. Eso siempre es bueno para el teatro. Ayuda a modificar cifras de espectadores, modos de producción, pero no puedo evitar tener miedo a que ello conlleve no respetar la profesión, a que se deteriore el oficio. P. Usted ha trabajado con otras administraciones. ¿Es distinto trabajar con el PP?
R. Si soy justa debo decir que no. Mucha gente se ha pregunta do por qué había aceptado este cargo, pero tengo claro que esto es una democracia, y eso es algo que tenemos que asumir de una vez por todas. Me dejan trabajar con libertad, y, además, nadie me ha preguntado a quién voto, cosa que, por otra parte, debe ser irrelevante a la hora de ejercer un oficio.
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