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Rusia suspende toda la producción de plutonio para la fabricación de armas nucleares

La coincidencia de la visita del presidente egipcio, Hosni Mubarak, con la del vicepresidente norteamericano, Albert Gore, convirtió ayer a Moscú en un peculiar cóctel diplomático en el que lo mismo se hablaba de Oriente Próximo que de la polémica ley de religión aprobada por la Duma. A la postre, sólo hubo un acuerdo con EE UU, aunque muy importante: el que permitirá suspender la producción de plutonio para bombas atómicas.

Este compromiso supone que tres reactores nucleares rusos tendrán que ser reconvertidos para usos civiles de aquí al año 2000, con ayuda económica estadounidense. Según la agencia Interfax, se trata de los ubicados en Tomsk, Seversk y Zhelesnogorsk. Moscú se compromete también a no volver a poner en funcionamiento otros 10 reactores ya cerrados. Washington, por su parte, acepta no utilizar los 16 que clausuró en 1989.Las dos partes acuerdan un sistema de inspecciones que garantice que se respeta lo que Gore considera "un paso histórico" en el camino de la no proliferación de armas nucleares, que se suma a los compromisos de reducción de armas estratégicas.

Donde persisten las diferencias es en la ayuda que, voluntaria o involuntariamente, pueda estar prestando Rusia a los esfuerzos iraníes por convertirse en una potencia atómica, con la consiguiente amenaza para Israel, el principal aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo. El Estado judío incluso lanzó la semana pasada la amenaza (que no cumplió) de suspender un contrato de compra de gas natural ruso.

El diario norteamericano The Washington Times, con datos muy probablemente filtradas por los servicios secretos israelíes, llegó a implicar a la empresa estatal de exportación de armas en los intentos iraníes. Para Víktor Chernomirdin, el primer ministro ruso, tales informaciones son "simples estupideces". Lo fueran o no, lo cierto es que el tema fue suscitado también por Washington, lo que llevó al Kremlin a sugerir el pasado domingo una inspección conjunta de la central nuclear que los rusos están construyendo en Irán, una oferta que aún no ha tenido respuesta, aunque Gore pareció acogerla ayer con interés.

Ayer, Gore, con Chernomirdin al lado, sostuvo que un informe conjunto ruso-norteamericano demuestra que "existe un esfuerzo vigoroso de Irán por obtener la tecnología que necesita para construir misiles de largo alcance y armas nucleares". Aunque admitió que no se trata de "nada nuevo", sí sostuvo que "aporta nueva sustancia" a las acusaciones contra el régimen islámico.

La clave del asunto estriba probablemente en que Irán ha podido contratar sin demasiadas dificultades a expertos nucleares, sin conocimiento de las autoridades rusas. La catastrófica situación económica del país que recogió la herencia de la Unión Soviética hace que numerosos científicos, incluidos los de sectores militares clave, se las vean y se las deseen para llegar a fin de mes, lo que les convierte en presa fácil de los países que quieran tener acceso a sus secretos.

Mubarak logró pisar a Gore en Moscú buena parte del protagonismo y, al igual que el vicepresidente norteamericano, se entrevistó con el líder del Kremlin, Borís Yeltsin, quien culpó a Israel del actual bloqueo del diálogo con los palestinos y pidió a EE UU que presione a su aliado estratégico para que sea más flexible.

En una entrevista publicada en Nezavisimaya Gazeta, el presidente egipcio había recordado que Rusia es copatrocinador del proceso de paz pero que, en los últimos años ,se está comportando "como si fuera de otro planeta", con una pasividad que contrasta con los esfuerzos de Estados Unidos y la Unión Europea. Yeltsin se tragó ayer la filípica e hizo propósito de enmienda.

Al Gore, mientras tanto, se mostró convencido de que, a corto plazo, habrá un auténtico boom de inversiones en Rusia.

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