Madres de enfermos mentales
"Tendríamos que hacer como las madres de la plaza de Mayo. Salir a la calle", decía la madre de un joven de 23 años enfermo psíquico. "Mejor a la puerta de los despachos de los consejeros de Salud y Bienestar, con nuestros hijos", le contestó la que suscribe, madre de otro joven de 19 años. Nuestros hijos son dos de los 15.651 casos atendidos por Salud Mental el año pasado. Ellos son tierra de nadie, dos de los 203 casos con disminución de capacidad psíquica atendidos en 1996. No hay una respuesta para ellos. La Administración pública no ha planificado ninguna intervención para evitar que se deterioren hasta convertirse en enfermos crónicos. Se han hecho estudios que recogen esta situación en Navarra -el realizado por las trabajadoras sociales de la Red de Salud Mental y el de la Fundación Bartolomé de Carranza- Las conclusiones se conocieron públicamente el año pasado. Existen borradores de planes de rehabilitación e integración de enfermos psiquiátricos pululando por los cajones y mesas de despachos. Todo ello yace en el olvido.
Ellos pertenecen a ese 3% de enfermos graves cuyo perfil es: joven, varón, soltero, con incapacidad laboral temprana, dependiente de su familia. Pacientes que en 1995 sumaban 450 personas con necesidades sociales que condicionan significativamente su tratamiento. Aunque a algunos no les interese admitirlo, los enfermos psíquicos tienen también necesidades sociales.
Tras 11 años de reforma psiquiátrica, la única novedad ha sido la salida de los enfermos, algunos graves, del hospital psiquiátrico hacia sus casas. No ha habido ningún apoyo externo ni se han desarrollado políticas que aborden el circuito tan necesario de recursos normalizados que sostengan una mínima calidad de vida frente a la institucionalización permanente del pasado.
Muchas familias están padeciendo situaciones dramáticas y desesperadas como consecuencia de la total falta de recursos que cubran las necesidades de asistencia domiciliaria, residenciales, de ocupación-trabajo y de ocio-tiempo libre. Estamos aniquilando el único soporte que tienen los enfermos y enfermas mentales desde 1986: su familia. No es de extrañar que el lema de la Federación Española de Familiares de Enfermos Mentales para el Día Mundial de la Salud Mental sea "Salud mental y derechos humanos". La falta de intervención pública y el dolor de tantas familias llegó al pleno del Parlamento de Navarra en mayo último, donde se presentó una moción instando al Gobierno de Navarra a presentar un plan de rehabilitación e integración social para enfermos psíquicos. Esta madre, en su función de política, apoyó, en nombre de mi grupo, la moción presentada desde la tribuna. Fue una intervención muy difícil para mí. Yo sentía el mismo dolor que esas familias, dolor por mí misma y sobre todo dolor e impotencia porque mi hijo también hace parte de esos números, de ese volumen y ese precio económico que tanto preocupa a políticos hipócritas.
Me deja perpleja que se cuestione el precio de la rehabilitación social de este colectivo y de otros con necesidades básicas urgentes, pero no se cuestione el precio de una autovía que ha costado 1.000 millones cada kilómetro, de un Planetario de 4.000 millones, una catedral que ha costado reformarla 1.500 millones, un edificio para Educación de 1.600 millones y otros muchos millones cuyo robo denota la falta de ética y de control.Por todo esto, creo que ha llegado la hora de romper silencios personales, familiares y profesionales. Denunciar y exigir con contundencia una solución en todos los foros y niveles que sea necesario.Yo denuncio que desde el mes de mayo mi hijo espera un recurso ocupacional que no existe. Denuncio que hemos recorrido muchos despachos. Denuncio las muchas pruebas y entrevistas para decirle que no. Como dicen en Bienestar Social, los recursos ponen su límite. Mi hijo también tiene su límite, y ahora está en una unidad de psiquiatría, mientras yo solicito más informes que informen de la urgencia de su necesidad.
Madres de enfermos y enfermas mentales, nosotras asumimos todos los cuidados y responsabilidades de por vida según dicen las estadísticas. Ha llegado el momento de dejar de sufrir calladitas la cruz que nos han impuesto.
Si cada una de nosotras deja, constancia de su situación en vez de callarla y sufrirla hasta la amargura, si llevamos nuestras quejas por escrito a los despachos, si inundamos los periódicos de cartas, si manifestamos públicamente la necesidad de que se aborde ¡ya! la rehabilitación y la integración de nuestros hijos, estoy segura de que la liberación de esa presión acumulada en nuestro interior moverá mucho más que el silencio de tantos años de olvido.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.