Txente, el triunfo del núcleo duro
El ganador del Naranco es un producto genuino de Banesto
Primero, una del Tagore. Todo ese bla bla de no llores porque se mete el sol porque las lágrimas patatín patatán... Txente García Acosta, un mocetón navarro, lloraba desconsolado en una acera francesa justo después de cruzar el puente de Saint Nazaire. La mano derecha sobre la clavícula izquierda indicaba la causa: la epidemia del Tour también le alcanzaba a él. Antes Zülle, Rominger, Berzin... Pero a Txente lo suyo le pareció excesivo. A él tenía que pasarle. A él, al que tanto trabajo le había costado ganarse una plaza en el equipo; a él, que quería demostrar que su llegada al profesionalismo no había sido un regalo de nadie pese a que cuando dio el salto, en 1995, junto a Santi Blanco, la gente dijera que cómo era eso posible, que Txente sería muy buen muchacho, sería navarro, pero no había ganado nada de aficionado. Y allí estaba, a las primeras de cambio, fuera de juego. No sabía que el destino le tenía preparada la revancha, y no mucho después.Si Txente, el que regalaba caramelicos a todo el equipo, hubiera terminado el Tour, el mes de septiembre se lo habría pasado descansando. "Sí, puede que gracias a aquella caída pueda estar celebrando ahora esta victoria", dice. "Pero también podría haber hecho un buen Tour". Txente, un mulo a la hora de trabajar, de entrenarse y sacrificarse, aplicó el verano una moral rígida y cabezota del trabajo. Se operó y después se ganó una plaza para la Vuelta. Se hizo uno de los indiscutibles. Otro bla, bla de que el esfuerzo y el sacrificio siempre pagan. Y la moral.
Ayer, antes de la salida, Txente, uno de los del núcleo duro del Banesto, de los trabajadores poco atractivos pero sólidos, sin encanto para el gran público, andaba dando vueltas a las consignas. A él, a Osa y a Marino les había caído el trabajo de salvar en lo que se pudiera la Vuelta para un equipo diezmado y deprimido. Tendrían que intentarlo siempre que pudieran. "Nada, no nos dejan ningún día", decía cabizbajo. "En cuanto se intenta un corte, a por nosotros. Y me temo que el Naranco debe de ser muy goloso para alguno". Pero lo intentó, siguió las consignas de Jaimerena, su director, en carrera -atacar a unos 40 kilómetros a sus compañeros de escapada para sembrar el desconcierto-, y ganó.
Una gran victoria, su primera como profesional, con un valor que se le escapa al noble tafallés de 25 años. "Me alegro de que haya ganado uno como él, porque tendrá muy pocas posibilidades en su carrera", dice Jaimerena. Txente seguirá siendo un trabajador oscuro. Y cuando las cosas le vayan bien a su equipo y a su líder no tendrá que salir él a la palestra para salvar la carrera. Como él dice: "Esto me da moral para seguir trabajando, pero sé cuál es mi puesto en el equipo".
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