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Sacrificios compartidos

Juan Carlos Sanz

Una noche de la pasada primavera, cuando el viento del desierto hacía caer a plomo la temperatura en la hamada (llanura de piedra) de Tinduf, el ministro de Exteriores saharaui, Bachir Sayed, velaba la llegada de James Baker al Sáhara occidental. La vía del diálogo directo entre Rabat y el Polisario se había empantanado seis meses atrás y la ONU amenazaba con retirar a sus observadores de su misión internacional más antigua después de la de Chipre."Estamos dispuestos a compartir con Marruecos los sacrificios que sean necesarios para que esta hora de paz tenga éxito", reveló entonces Sayed. Casi medio año después, Baker ha llevado a su terreno, en Tejas, a los rivales en la larga disputa por la ex colonia española para anunciar un acuerdo que aparentemente reactiva el optimismo en el proceso de autoderminación. Ya ha advertido el ex secretario de Estado norteamericano que "el movimiento se demuestra andando".

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Sí, pero ¿va a permitir Rabat que los separatistas hagan campaña en territorio marroquí por la independencia? ¿Está dispuesto a aceptar que en el censo figuren más tribus rebeldes que leales? ¿Y quién va a obligar al reino marroquí a acatar un resultado desfavorable? Por ahora, los portavoces saharauis proclaman que se ha dado "un paso importante" hacia un referéndum que sólo dará a eligir entre "independencia o integración". Y el Gobierno de Rabat se muestra satisfecho por haber vistos "reconocidos y defendidos" sus intereses.

Ambigüedades

La ambigüedad del plan de Baker es su principal fortaleza. Permite a ambas partes interpretar los acuerdos en su beneficio y ensalzar entre su población las ventajas de una negociación que, al menos, sirve para mantener en vigor el alto el fuego de 1991 y liberar a prisioneros de guerra y presos políticos. Claro que la exactitud e inmediatez -diez u once meses- con las que el enviado especial de la ONU ha fijado la celebración de la consulta también estaban presentes en el plan de paz de hace seis años, que fijaba las votaciones a los seis meses.

En el fondo, Marruecos y el Polisario confían en que los funcionarios de la ONU encargados de confeccionar el censo acaben por darles la razón. Por eso han cedido en Houston: los marroquíes, al renunciar a inflar la lista de votantes con sus adeptos; los saharauis, al aceptar que los miembros de tribus del desierto que rinden pleitesía a Hassan II puedan acceder a la inscripción electoral. Precisamente en las disputas sobre el registro de votantes encalló la misión de la ONU.

¿Cuál será la pregunta en el referéndum? Baker debe tener la respuesta. La solución para un pueblo que sigue a la deriva en el desierto entre el vasallaje y la emancipación.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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