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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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Saberes y valores

Se insiste en la "educación en valores" como un cometido de la escuela, para muchos prioritario, y no cabe duda de que, a estas alturas, la condición individual y la ciudadana son exigencias para todos, "militantes de nuestra aldea planetaria". Ciñéndonos a este rincón de la "gran aldea" llamado España, desde que a mediados del siglo XIX se empieza a considerar la enseñanza como "cosa pública", comienza un proceso educativo en el que han de compaginarse los aprendizajes de materias Instrumentales -leer, escribir y "hacer cuentas"- con la preparación espiritual, tanto con vistas a la purificación de las almas (lo catequístico) como a la mejora del comportamiento social (la urbanidad). Con el tiempo se irían añadiendo otros conocimientos, ampliando lo instrumental, y la formación del espíritu nacional integrada en lo espiritual más trascendente. De manera que, desde los orígenes de los programas escolares, se puede establecer una diferenciación entre saberes y valores. Saberes que la LOGSE organiza en diversas áreas de conocimiento, y valores con la condición de temas transversales (educación vial, del consumidor, para la paz, moral y cívica, ambiental, para la salud, sexual, no sexista, entre otras) que han de cruzar el desarrollo de aquellas tareas. Además del área no transversal de la religión católica, cuyos contenidos competen a la jerarquía eclesiástica, tan celosamente custodiado por quienes tienen la formación religiosa como un valor defendible al borde de la cruzada.Aceptando que saber es un valor -la sabiduría ha sido tenida como un alto valor y así continúa siendo, porque la educación cuesta, pero la ignorancia sale mucho más cara-, cabe preguntarse si los valores son o no saberes. Considero que los valores no son saberes y no pueden alcanzarse ni transmitirse de la misma manera que éstos. Si a los valores específicos de cada área añadimos la exigencia de la transversalidad, es fácil concluir que la tarea del profesorado es ímproba, sobre todo si se tiene en cuenta que en su formación inicial no fueron ni son preparados para afrontarla. Los observadores focalizan la crisis de valores individuales y colectivos -los males de la sociedad- en la labor realizada desde la escuela. Más aún, se ha hecho vox pópuli que la escuela debe ser motivadora de genios musicales, campeones olímpicos, científicos sobresalientes, ciudadanos de buena conducta, vocaciones religiosas, artistas creativos, periodistas ilustres, ecologistas, combatidores contra la droga, y un largo etcétera. Atribución gratuita y hecha a partir del desconocimiento de las limitaciones de la realidad escolar. Si añadimos la recomendación de que los valores han de alcanzarse más por impregnación que por apendizaje, desembocamos no sólo en la inexcusable preparación científica y didáctica de los maestros, sino también en su personalidad. Extremo especialmente delicado porque afecta a la condición humana.Es obligado plantearse cuál es el cometido social que corresponde a la escuela. Y creo que una conclusión ecuánime es que la transversalidad no es patrimonio exclusivo de la escuela, sino de la sociedad en su conjunto, de la que no están exentos de responsabilidad las personas públicas, cuyas intervenciones en los medios de comunicación son a veces los más claros ejemplos de la "deseducación en valores", incluso cuando polemizan sobre la trascendencia social de la buena educación, y desde luego las familias. La ejemplaridad que se suele exigir a los maestros, como referentes de los valores a inducir en los alumnos, se haría justamente extensiva a muchos más individuos. Sin eludir las obligaciones de la escuela en la formación individual y colectiva, pero alarmado por la insistencia oficial en pro de la "educación en valores" en la escuela, me permito sugerir que no rebajemos el preciado valor, que al saber corresponde para que la ciudadanía pueda seguir sintiéndose orgullosa de los sabios que en el mundo han sido y, a ser posible, acrecentarlos.

Antonio Moreno González es miembro del Consejo Escolar del Estado.

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