Argelia
Las noticias sobre las matanzas de civiles en Argelia son cada día más espeluznantes. Se afirma que ya van más de 60.000 muertos desde 1992. Y todo se suele despachar subrayando la crueldad de las muertes, indudable, y que el Gobierno argelino pide a la población "que esté vigilante". Poco o nada se dice sobre por qué Argelia sufre esta violencia y hasta cuándo la comunidad internacional, y en especial la Unión Europea, va a mantener su apoyo a una situación que, sin perjuicio de su inhumanidad, puede a medio plazo causar graves perturbaciones en la frontera sur de Europa.La Unión Europea, que hasta el momento viene cosechando grandes fracasos en política internacional, respaldó sin la menor crítica la posición oficial de Francia de dar su apoyo a quienes en Argelia negaron la victoria electoral del Frente islámico de Salvación en 1991 y emprendieron la tarea de exterminar un movimiento político que había crecido como consecuencia de la desesperanza y la pobreza en que habían sumido a Argelia los Gobiernos del Frente de Liberación Nacional, en el poder desde la independencia de ese país en 1962.
Francia, tan admirable en muchísimos aspectos, no es precisamente una buena maestra en política exterior. Fue una mala descolonizadora de Indochina, donde dejó un conflicto largo y terrible cuyas secuelas permanecen aún; el proceso de independencia de Argelia, cuajado de violencias, acabó con la IV República y estuvo a punto de provocar una guerra civil que sólo el liderazgo de De Gaulle pudo superar, y, por último, su actitud poscolonial en la antigua África francesa se ha saldado con otro gran fracaso, que deja a la región -Ruanda, Burundi, Congo...- en una grave crisis cuyo final no se vislumbra. Con tales antecedentes resulta inexplicable que la Unión Europea no se pregunte adónde puede llevar el apoyo a las tesis francesas con respecto a Argelia... Desde luego, no a buen puerto. Parafraseando aquel inolvidable final de la película Casablanca y su "siempre nos quedará París", cuando los europeos estemos de nuevo en otro grave aprieto, como el reciente de los Balcanes, "siempre nos quedará Washington". Y ojalá que dure mucho. .
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