Die Könige der Welt sind alt
Miles de voces cantan a Diana: el primer ministro laborista ha acertado al darle el título de "princesa del pueblo". O sea: los demás de esa corona no lo son. Son, claro, conservadores: de nacimiento. Oigo y leo el guirigay: se va haciendo el halo de santidad. Era la princesa contra, las minas personales, contra las razas , por los pobres: una especie de Eva Perón y los descamisados, pero sin fascismo. En realidad, era la antiprincesa. Los monárquicos decían -y en España se oye mucho: con miradas torvas hacia los Marichalar, hacia los Urdangarin- que era culpa de la Casa de Windsor, por matrimoniar con gente de fuera de la sangre. Pero quién sabe de cuántas sangres de paso están hechas las familias reinantes o dominantes. Ah, y los chicos de la que llamaron "la reina virgen", la primera Isabel. Si Gales engañaba a Diana, ella tenía que sufrir: lo han hecho todas las reinas, todas las princesas. Hasta Isabel regina, que no ignoraba lo que pasaba con el duque consorte en las playas de Grecia. Y de las andanzas en el mundo del arte de su hijo Andrés. La entrada de Diana y de la Ferguson fue peor que una bomba anarquista. Lo ha sido hasta el final. Es inútil (y cobarde) que la Casa y los Spencer echen la culpa a la prensa, por los fotógrafos motoristas. Levantan el debate conocido desde antaño como el del mensajero. Hasta los periódicos que llamamos "serios" fruncen el ceño editorial por los villanos mientras dedican páginas y páginas a la princesa: con las fotos que ellos hicieron. Diana y los Windsor utilizaron, engañaron, intoxicaron a la prensa: no se sabe todavía qué maraña de cables de teléfono o de captores de portátiles, no se sabe qué avisos fueron llegando subrepticiamente para que los grandes adulterios fueran descubiertos y fotografiados y reproducidos. Venía todo de Buckingham. Ahora va a llegar esta muerte tan de Rilke -cada uno muere de su propia muerte-, quien también decía: "Los reyes de la tierra son viejos y no tendrán herederos".(Guillermo: ahora aparece como el hijo de Diana, y sólo desganadamente, en un orgasmo con fantasías de la fea, de Gales. El educado en su libertad, en su laborismo: contra las minas personales, contra las guerras, contra el racismo. Unos están santificándola; otros lo hacen a su manera llamándola "la princesa roja". Tampoco hay que exagerar. La fuga final con el heredero de la Casa de Harrod no indica una furiosa inclinación hacia los pobres).
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