"Este pontificado ha humillado a los obispos y a las conferencias episcopales"
Leonardo Boff, que fue durante años la bestia negra del ex Santo Oficio como figura de la teología de la liberación, sigue en la brecha. Acaba de sacar un nuevo libro -El águila y la gallina- (Editorial Vozes, de Petrópolis) y su filo contra la ortodoxia oficial del Vaticano sigue cortando. Boff, ex franciscano, hace un balance sumamente crítico del papado de Wojtyla.Brasil está estos días de luto por la desaparición repentina, a los 61 años, de su gran líder carismático Herbert de Souza, popularmente conocido como Betinho, que había conseguido movilizar millones de conciencias hacia el problema dramático del hambre. Por ejemplo, en la Navidad de 1994, logró que 24 millones de compatriotas donasen comida a los pobres que sufren hambre, es decir, a la cuarta parte de la población brasileña. Y en ese Brasil de inmensos contrastes, en el Río de Janeiro circundado como una corona de espinas por 640 favelas (barrios de chabolas) -en la de Turano, en Río Comprido, se escucha cada noche la negra sinfonía de las ametralladoras por el control de la droga-, profetas como ayer Betinho y hoy Boff siguen creyendo y esperando en un mundo más humano.
Pregunta. ¿Cómo es la salud de la Iglesia en este final de siglo?
Respuesta. Veo a la Iglesia profundamente dividida. La política que la Curia romana lleva adelante en este fin de pontificado es como si el Papa hubiera muerto ya. No produce esperanza. Hay mucha perplejidad. Se ve a la Iglesia católica como la fortaleza del conservadurismo mundial. Toda la preocupación es cómo garantizar un wojtylismo sin Wojtyla, mantener la línea más conservadora del pontificado que se apaga e interpretar el Concilio Vaticano II a la luz del Vaticano I para liquidar la descentralización de la Iglesia.
P. ¿Piensa que existe la posibilidad de que pueda ser elegido como sucesor de Wojtyla un Papa más abierto?
R. Mi idea personal es la siguiente: durante este pontificado se ha humillado tanto a los obispos como a las conferencias episcopales, impidiéndoles que se expresen en libertad, lo que ha llevado a no pocos a una oposición abierta al Vaticano; y los responsables de elegir al sucesor de Wojtyla van a tener eso muy en cuenta y querrán un Papa que escuche más a la Iglesia y a la gente. Por eso creo que en el futuro cónclave se va a buscar un Papa que escuche más a todos. La Iglesia tiene en este fin de siglo un gran desafío: el puesto que el cristianismo va a ocupar en el 2000, ya que existe un evidente desplazamiento del eje económico mundial hacia el suroeste asiático, donde la presencia y el influjo del catolicismo es prácticamente nula. Los analistas se dan cuenta de que si el cristianismo se queda anclado en Occidente acabará siendo un puro accidente sin fuerza global. Por eso estará obligado a dialogar sin tapujos con las otras grandes religiones y con todas las culturas emergentes. Es un problema de supervivencia para la Iglesia. Por eso creo que el nuevo Papa tendrá que venir de esa área emergente de Asia.
P. ¿Coincide con otros analistas en que en este fin de siglo, a pesar de la crisis de las Iglesias, existe una búsqueda mayor de sentido religioso, que ya convierte en algo antiguo la llamada muerte de Dios?
R. Pienso que la gente, más que religión, lo que busca es un encuentro con lo más sagrado de sí mismo, una ley cósmica que le haga reconciliarse con las cosas y con las personas, mayor fraternidad, menos violencia, menos imposiciones, mayor serenidad interior y unas relaciones, más auténticas entre la gente. Es esa espiritualidad la que observo que están buscando millones de mujeres y hombres. P. ¿Se trata del nacimiento de una nueva religión?
R. No, más bien de una nueva espiritualidad hecha de armonía con la conciencia y de encuentro pacífico con las cosas. Sería como una espiritualidad de la humanidad donde caben todas las creencias y donde nada ni nadie se sienta excluido por su fe, sus ideas o su cultura. Para eso hace falta una nueva lectura del mundo, rehacer la alianza de una solidaridad cósmica de la Tierra, volver al mito griego del cuidado, del amor por las cosas, por lo pequeño , a la sencillez, al desapego por lo inútil, a la búsqueda de nuevas alas para volar alto.Con El águila y la gallina, Boff sugiere que el Tercer Mundo lleva en sus entrañas una vocación de volar alto, dé trascender la humillación que le ha convertido en gallina. Y cuando el Tercer Mundo husmee las alturas y descubra que fue creado para volar, Occidente tendrá que reconocerle la fuerza del águila voladora.
La escritora brasileña Roseana Murray, premio nacional de Poesía, escuchando a Leonardo Boff improvisó estos versos en su cuaderno: "Simplicidad. Como quien busca agua / fría y sonora / en el pozo / detrás de casa, / poseer / apenas lo esencial: / poseer, / no el pájaro, / sino su vuelo; / no los peces, / sino el rumbo del río".
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