Dinero del humo
LAS COMPAÑÍAS tabaqueras norteamericanas pagarán al Estado de Florida 1,7 billones de pesetas por los daños a la salud que causa su producto. Las autoridades destinarán una parte a restituir el dinero público invertido en el tratamiento de enfermos víctimas del tabaco y el resto a una campaña contra esta adicción. En septiembre, el Congreso norteamericano debatirá un acuerdo nacional similar, cuya cifra final puede ir al alza. Las compañías han aceptado finalmente estos acuerdos para atajar los éxitos judiciales que estaban consiguiendo las reclamaciones de particulares y administraciones. El acuerdo de Florida no sólo tiene un componente de resarcimiento por el dinero gastado en la sanidad pública. Una parte importante de la suma se justifica como sanción por daños causados. El problema del acuerdo para las tabaqueras no es su montante millonario, sino que conlleva un reconocimiento de culpa y puede impulsar demandas similares en otros países.Las batallas individuales contra las compañías de tabaco en EE UU empezaron sin éxito para los querellantes. Pero un creciente clima de opinión pública y la certeza científica de la relación causa-efecto entre el consumo, activo o pasivo, de tabaco y un sinnúmero de enfermedades provocaron un cambio en los tribunales., Y a grandes males, grandes remedios.
El mercado florece para las tabaqueras en el Tercer Mundo. Allí hay dos factores que protegen su crecimiento: la debilidad institucional y una insalubridad pública que no permite a las víctimas de la miseria y las plagas tener tiempo para morirse de un infarto o un cáncer de pulmón, lo que diluye su impacto estadístico. Si las tabaqueras han aceptado su responsabilidad y pagado por ello en EE UU, no tiene sentido que el resto del mundo permanezca al margen. En España, como informa hoy este periódico, ya se están preparando las primeras demandas.
La penalización del tabaco no sólo se deriva del perjuicio de la nicotina, sino, además, de su carácter adictivo. Son lógicas, pues, las políticas penalizadoras de este mercado y es discutible la libertad de un consumo cuando éste se basa en una dependencia. Con todo, tras estos éxitos negociadores puede haber la tentación de las administraciones de dar otro paso, que es el de culpabilizar al enfermo de su enfermedad y discriminarlo por ella. La penalización de los fumadores en las listas de espera del Reino Unido es un ejemplo que no debe seguirse porque esta supuesta lógica podría llevar a negar la atención a un enfermo que no hubiera seguido una dieta o incluso a penalizar -haciéndole pagar la asistencia, por ejemplo- a un accidentado de tráfico si éste hubiera cometido una infracción.
Hay que distinguir, pues, entre la penalización fiscal de un producto que acarrea indiscutibles costes sociales y la tentación de perseguir al consumidor. No debe hacerse sólo por respeto a una libertad personal, sino por su inutilidad, como ya experimentó EE UU con la famosa ley seca.
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