Media docena de orejas
Los tres espadas cortaron la mitad de las orejas posibles; es decir, media docena. No está mal. Y en el reparto salieron a dos orejas por barba.Está mal dicho: de los res espadas, uno no tenía barba sino fino cutis. Se llama Cristina y es torera.
A gran parte del público le asombró que la torera Cristina se comportara, efectivamente, como torera. Pero faltaría más. Físicamente preparada, con oficio bien aprendido y el valor suficiente para ejercitarlo, estuvo a la altura de sus compañeros orejeados. Y en ocasiones hasta más arriba llegó. Cuando Cristina, apellidada Sánchez, embarcaba el derechazo, no había nada que objetar en distancias, colocaciones, temples y mandos.
No siempre fue así. A veces Cristina Sánchez detemplaba el toreo, embarullaba los pases. Les ocurrió a los tres. Los toreros de hoy -y la terna de ayer- hacen las faenas excesivamente largas y dan pie a que, en su transcurso, ocurra de todo.
Bayones / Bote, Cristina, Dávila
Un toro -2- de Los Bayones (resto fue rechazado en el reconocimiento) y cinco de Victoriano del Río, terciados, sospechosos de afeitado, varios escandalosamente mochos; flojos -6º, inválido-, encastados.José Luis Bote: bajonazo (oreja); estocada (oreja). Cristina Sánchez: bajonazo perdiendo la muleta y rueda de peones (dos orejas); pinchazo bajísimo, otro hondo atravesadísimo en el costillar -aviso con casi tres minutos de retraso- y se echa el toro (palmas y también pitos cuando saluda). Dávila Miura: estocada trasera y rueda insistente de peones (oreja); estocada corta caída y rueda desaforada de peones (oreja). Los tres y el ganadero salieron a hombros. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 30 de agosto. 7ª corrida de feria. Media entrada.
Una de las cosas que ocurren es que se puede morir un músico. Empieza a tocar la banda poco después de iniciada la faena y, al acabar, ya ha agotado las escogidas piezas de su variado repertorio; ya alguno de los maestros instrumentistas rinde exangüe.
Otra de las cosas que pueden ocurrir es que se duerma alguien en el tendido, lo que desvaloriza el apoteosis y se presta a rechiflas, lo cual quizá provoque situaciones conflictivas. Hay quienes tienen muy mal despertar.
También ocurre que los toros se pasan de faena. Es lo normal. Consumido el cupo lógico de derechazos y naturales, con sus pases de pecho empalmados, la repetición exhaustiva de estas suertes acaba aburriendo a los toros, que pierden el celo, renuncian a embestir y caminan al hilo de los tableros buscando una escapatoria.
La insistencia pegapasista no es raro que acarree peligros. Le sucedió a José Luis Bote, que tenía pasadísimo de faena al cuarto toro, le porfió mientras el animal se repuchaba pegadito a la barrera y sufrió un derrote tremendo en la ingle, que le derribó.
Suerte tuvo José Luis Bote de que el toro se lo pegara con el cuerno izquierdo, donde tenia muñón en lugar de pitón. Se lo había partido un rato antes en un encontronazo contra el peto del caballo de picar sardinas.
Entre los derechazos vistos y orejeados quizá poseyeron mayor enjundia los que cuajó José Luis Bote. Buenos los de su primera faena, en la segunda ligó dos tandas con autoridad, torería y reunión.
No le fue a la zaga Dávila Miura, que intentaba los derechazos y los naturales tratando de imprimir las formas del toreo serio y en ocasiones lo conseguía.
Seriedad hubo asimismo en cada intervención de Cristina Sánchez; propósito de torear sin concesiones a la galería, ni pretender beneficiarse arteramente de que no pela barba.
Cierto que su condición de mujer la valió para que la jalearan con mayor fuerza que a sus compañeros -las propias mujeres principalmente-, mas eso acaeció mientras toreaba en divina forma pues en cuanto dejó de hacerlo, o al cobrar aquellos horrendos sablazos al quinto toro, se le terminó el trato de favor.
Todo pareció correcto, todo fue sobre ruedas y sin embargo ni entusiasmó ni impresionó. Las faenas interminables con unos toros flojuchos y desmochados servirán para cortar orejas pero no emocionan nada,nada,nada.
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