La Guardia Civil desactiva tres lanzagranadas de ETA en la playa cántabra de Comillas
Artificieros de la Guardia Civil desactivaron a las 17.35 de ayer tres lanzagranadas que apuntaban a la casa cuartel del instituto armado en Comillas (Cantabria), en la que viven 10 personas, incluido un niño de 18 meses. Los artefactos habían sido descubiertos hora y media antes por dos turistas que paseaban por la playa de Comillas, a 50 metros de esa instalación. La playa, el cuartel, un aparcamiento y varias viviendas cercanas fueron desalojados. Una llamada de Radio Egin a la Ertzaintza atribuyó a ETA el fallido atentado, que debería haberse producido a las cuatro de la madrugada de ayer.
"He vuelto a nacer". J. M. B., un joven guardia civil con un hijo de 18 meses, con el rostro aún desencajado, no lograba expresarse con precisión a la puerta de la casa cuartel de Comillas. Vestido de paisano y nervioso, hablaba con otros compañeros sobre el atentado fallido que pudo acabar con él y su familia.Sobre las 15.45 de ayer unos turistas alertaron de la existencia de una bolsa sospechosa situada frente a la fachada posterior del cuartel y junto a un camino que conduce a la playa de Comillas. El envoltorio estaba semitapado entre la hierba, de la que sobresalían unos tubos de plástico. Técnicos de la Guardia Civil, trasladados urgentemente desde Santander, descubrieron que en la bolsa se ocultaban tres lanzagranadas preparados para activarse a las 4.00 de la madrugada de ayer. El aviso de los turistas se adelantó a una llamada anónima a Radio Egin en la que se avisaba de la colocación del artefacto.
Tras desalojar y acordonar la zona, los artificieros desactivaron el sistema de ignición eléctrico de los tres lanzadores. Cada uno contenía una granada anticarro Mekra, de 83 milímetros y fabricación belga, según la delegación del Gobierno, informa .
Uno de los lanzagranadas apuntaba directamente a la vivienda del sargento-comandante del puesto, donde vive con su mujer y dos hijos, además de su madre, que se encuentra estos días en Comillas. Los otros dos artefactos estaban dirigidos a otros puntos neurálgicos del cuartel, en el que también viven habitualmente dos guardias: J. M. B., con su mujer y su bebé, y otro matrimonio.
El puesto de Comillas cuenta con otros diez guardias que viven fuera de la casa cuartel. A la hora a la que estaba previsto el atentado había, además de los 10 moradores habituales, al menos dos números de guardia en el cuartel, al que a última hora de la tarde de ayer se trasladó el general responsable de Cantabria y la Rioja, Luis Calvo Martín. También visitó el edificio el presidente de Cantabria, José Joaquín Martínez Sieso.
Junto a la casa cuartel, un vetusto edificio del siglo pasado, existen numerosas urbanizaciones, en estas fechas totalmente. ocupadas. La Guardia Civil ordenó abandonar estas viviendas, así como el aparcamiento y la playa, en la que ayer no había muchos bañistas al estar el día nublado. No obstante, fuentes del cuerpo aseguraron que en la zona había unas 3.000 personas.
"Si esto pasa ayer, no sé cómo lo habrían desalojado", comentaba Pablo Caso, un empleado del Ayuntamiento. El martes hizo sol y la playa estuvo abarrotada hasta el anochecer. "Yo tenía en tomo a 25 personas de una excursión comiendo, y no sé cuántas mesas más, y con las urgencias se fueron sin pagar, aunque no querían moverse", decía resignado Pedro Luis Sánchez, dueño del restaurante Torremar. Una factura en tomo a las 70.000 pesetas se quedó pendiente.
El alcalde de Comillas, Pablo García Suárez (UPAC), que junto al concejal del PP Daniel Sánchez de Movellán se personó en el cuartel, manifestó que en alguna ocasión había hablado con la Guardia Civil sobre la posibilidad de trasladar el viejo cuartel por razones de seguridad. El edificio es de propiedad municipal y está a pocos metros de la playa sin ninguna vivienda delante.
El acontecimiento se vivió con intensidad en la localidad, que en verano supera los 15.000 habitantes, y en la que ha estado recientemente la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre. La denominada Villa de los Arzobispos, que alberga el Capricho de Gaudí, nunca había vivido una situación similar. En la localidad cercana de Pesués, a 18 kilómetros, hace pocos años explotó un artefacto sobre la casa cuartel que no produjo víctimas. Un agente con destino en Cabezón de la Sal recordaba ayer que había vivido una situación similar en Laredo, al este de Cantabria, más cerca de Euskadi.
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