Zonas oscuras
Dentro de poco nadie tendrá excusa para ir silencioso en el metro, porque el convenio entre el Ayuntamiento y la telefonía móvil permitirá a los usuarios hablar por teléfono mientras, van de Canillejas a ópera._¿Dónde estás?
-En el metro.
-¿Y qué haces?
-Ya ves tú.
Lo importante es que las conversaciones sean trascendentales, como la que acabamos de reproducir. Hay gente que todavía utiliza el aparato para decir naderías:
-Oye, que he salido corriendo y he dejado al abuelo asfixiándose. Haz el favor de ponerle oxígeno.
Hasta ahora, la falta de cobertura se identificaba con una zona de sombra. Si te encontrabas perpetrando un adulterio, por ejemplo, en la habitación de un hotelucho, no ibas a contestar la llamada exponiéndote a que fuera uno de los interesados en la trama (la esposa, el marido, un cuñado, etcétera). Admitíamos, en fin, que la existencia estaba llena de lados sombríos, porque así son las cosas, qué le vamos a hacer. De manera que, cuando salía el buzón de voz, cada uno pensaba lo que le daba la gana en función de las perversiones del usuario no localizado; una de ellas es que sé encontraba en el metro. "Estará haciendo cochinadas en el metro. Le llamaré más tarde".
Todo esto se va a acabar: el acuerdo entre el Ayuntamiento y la telefonía móvil es un paso decisivo en esta dirección. Una de las funciones del progreso consiste en eliminar las zonas oscuras de la realidad. Cuando se puedan recibir o hacer llamadas entre las estaciones de Chueca y Rubén Darío, Callao y Lavapiés, Sol y Ciudad Lineal, el metro será, si cabe, más, resplandeciente. La técnica, que es el lado opaco de la ciencia, está llegando con su haz de luz a todas partes.
Dentro de poco no habrá ninguna excusa para no contestar al teléfono y tendremos que decir la verdad.
-Te he llamado siete veces al móvil. ¿Por qué no descolgabas?
-Porque estaba en un hotel de la Gran Vía acostándome con tu hermana.
-Me lo he imaginado porque también la he llamado a ella y me ha salido el buzón de voz.
Todo esto implicará un cambio cultural de dimensiones gigantescas, porque la parte de atrás de la vida irá ocupando progresivamente los espacios de delante, mientras que éstos se replegarán hacia las zonas tradicionalmente ocultas. 0 sea, que llevaremos el subconsciente por fuera y la consciencia por dentro. El efecto, para que nos hiciéramos una idea, sería semejante al de un individuo al que se le hubiera dado la vuelta como a un calcetín. Nos avergonzaremos de cosas que hoy dan prestigio social y viceversa. A lo mejor vuelve el incesto (ya hay más de un síntoma) y se legaliza la pederastia (de hecho, mueve una cantidad de dinero impresionante), y nos autorizan a quitar el oxígeno al anciano padre antes de irnos de vacaciones para disfrutar del sol sin preocupaciones (con la privatización de la sanidad quizá ni lleguen a tenerlo).
1 Por eso, sin duda, a medida que se ilumina el metro se oscurece Barajas. Los aeropuertos han sido tradicionalmente lugares resplandecientes, deslumbrantes, ordenados, todo lo contrario del metro: sucio, oscuro, atestado... Los aeropuertos tenían fax cuando no se había inventado el móvil y daba gusto hablar por, teléfono desde sus cabinas ergonómicas. Hoy, en un día punta es imposible comunicarse con nadie desde Barajas sin ser molestado por los aullidos de dolor de los pasajeros que se han quedado en tierra. Y no sólo eso: un viaje trasatlántico en la compañía de bandera es peor que un recorrido en el metro del Madrid de los años cincuenta: todo apesta a posguerra, y los retretes, dos horas antes de llegar al destino, no se pueden usar si no quieres coger un chancro.
Fatal, fatal, fatal...
Y es más caro que llamar por teléfono desde los dominios de Renfe.
En cambio, tenemos en Madrid estaciones de metro y todo lo demás que parecen aeropuertos de los de antes. La próxima vez que viaje a América pienso ir en suburbano en lugar de en Iberia. Total, Buenos Aires está ahí mismo, en Vallecas. Más ventajas: no hay overbooking, tienes la cobertura asegurada y no te riñen por utilizar el ordenador. Un chollo.
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