El imperio de las castas

La llegada a la presidencia india del septuagenario Kocherli Raman Narayanan constituye un gran aval para el cambio que proyecta el país. La extraordinaria novedad del caso es que el nuevo presidente es un intocable, el último entre los hombres.Narayanan cree que la modernización de la India "traerá cambios sociales, pero serán lentos. El Mahabharata y el Ramayana todavía influyen". Esas dos magnas historias épicas, reinterpretadas una y otra vez en la cultura y en la vida de cada día, popularizan el hinduismo, la fe que profesan más de 800 millones de indios, cuya biblia son los Vedas, texto que explica el origen del mundo, la división de los hombres en cuatro grandes castas y la estricta sumisión a ese orden inamovible: los brahmanes (sacerdotes), la casta suprema, la de quienes se tienen por dioses sobre la tierra; la de los kshatriyas (guerreros); la de los vaisshyas (comerciantes, agricultores, artesanos), y la de los sudra (sirvientes), que además son impuros. Fuera de esta ciudadela habitan los intocables, que unidos a los impuros constituyen el 80% de la población.

Las castas se subdividen hasta casi el millar y cuanto más abajo, cuanto menor es la educación, más pegadas están a una actividad laboral de la que no pueden escapar: el que pertenece a la casta de los que barren, barrerá toda su vida. El que Narayanan haya llegado a la cumbre desde lo más bajo tiene mucho que ver con su nacimiento en Kerala, Estado que presta la máxima atención a la educación. Este ordenamiento social impera en la India rural, entre 700 millones de personas. Quien lo violan paga muchas veces con su vida.

El otro gran desafio social de la India es la mujer, paria entre los parias, explotada en el campo y en la ciudad como un animal, a la que conscientemente se condena desde su nacimiento a la ignorancia, y a la que sólo en los últimos años se le están legalmente brindando oportunidades que la inmensa mayoría no puede aprovechar.