Lo nuestro
Ya puede quejarse Jordi Pujol de que el reparto del presupuesto nacional es injusto con Cataluña, que la realidad le lleva la contraria. A los catalanes nos sobra el dinero. Sólo así se entiende que, teniendo una industria cinematográfica depauperada que obliga a nuestros directores a ir a poner el cazo a Madrid, subvencionemos a Walt Disney para que doble al catalán su Hércules. O quizás sólo se trata de establecer prioridades patrióticas que unos cuantos aguafiestas nos negamos a entender.Tampoco entendemos muy bien por qué hay un numerus clausus para los guardias civiles que quieren controlar el tráfico, ahora que éste ha pasado a manos autonómicas, cuando cuesta Dios y ayuda encontrar mossos d'esquadra con ganas de patearse las carreteras. Nuestro Gobierno considera que admitir a 33 picoletos en nuestra policía ya es una muestra de tolerancia admirable, y los dice a sus esposas que eso es lo que hay y que menos da una piedra. Todo sea por el placer indescriptible que nos causa a los catalanes ser multados en nuestra propia lengua.
El mismo placer, supongo, que nos produce recibir un porrazo de un sano muchachote de Sant Lloreng de Morunys en vez de encajarlo de un cejijunto de La Almunia de Doña Godina. Por no hablar de la felicidad que nos proporcionan esos sermones eclesiales que nos permiten roncar en catalán.
Me consta que todas estas medidas se acometen por mi propio bien, y que si me dan lo mismo es porque soy un desgraciado que no siente sus colores, desprecia el orden establecido, no va a misa jamás, detesta a Walt Disney y nunca ha considerado la posibilidad de sacarse el carnet de conducir.
De hecho, bastante hace mi muy tolerante Gobierno aceptando el dinero de mis impuestos.
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