Locos
La penosa organización psiquiátrica de España recibe otra confusión: el cierre de los psiquiátricos penitenciarios, por el nuevo Código Penal, arroja sobre las salas de los hospitales enfermos violentos y peligrosos para los que no están preparados. Es una bendición: los centros de las cárceles eran, por lo que llamamos vergonzosamente "el sistema", centros de tortura. Y las salas de los hospitales públicos se han desmontado por una ley anterior: el excelente deseo de no institucionalizar a los enfermos, y la creencia utópica de que pueden ser atendidos en dispensarios. Además de excelente, el deseo era avaricioso: se descargaba la sanidad pública de gastos enormes. Hay pensadores que filosofan favorablemente a esa estrategia. Los centros públicos ya sólo atienden algunas enfermedades relativamente tranquilas: depresión, estrés, psicosis, anorexias.Cuando entran los verdaderos locos, porque sus delitos fuertes han sido cometidos sin responsabilidad mental, el personal se ve desbordado. Los imperativos legales les han hecho rebotar a los esquIzofrénicos, a los paranoicos, después de inútiles estancias de 15 días; no ignoran que en la calle o en su hogar puedan cometer agresiones, que no pueden ser atendidos en los ambulatorios porque no van; y los jueces no ordenan internamientos, y las familias no tienen capacidad social ni sanitaria. Algunos de éstos terminan en los tribunales, y de los tribunales vuelven ya al hospital a cumplir años de... ¿de qué? ¿Cómo se van a cumplir allí sus sentencias? ¿Cómo se deposita en los psiquiatras la responsabilidad de ponerles en la calle, si saben que pueden volver a violar o a matar, responsabilidad que asume ahora cuando no hay sentencias de irresponsabilidad? ¿Cómo se les puede encerrar de por vida? Toda estas preguntas no sólo están sin respuesta, sino que "el sistema" hace imposible responderlas. La base es que ciertos enfermos mentales no tienen ninguna curación. Pero nadie quiere declararlos incurables: ni las familias, por amor, ni los médicos, porque no se atreven. Los diagnósticos claros, en psiquiatría, son muy difíciles. Las opiniones generales, en cambio, son fáciles. A condición de no tenerlas que aplicar. Evidentemente, la solución de Hitler de eliminarles, o del Dr. Mengele de experimentar, ya no valen: ni las celdas, las ataduras y la electricidad (se ha vuelto: pero no se dice).
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