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Tribuna
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Raval

El urbanismo abre caminos en el Raval barcelonés: ¿adónde han ido a parar las gentes que vivían en lo que eran miserables casas y ahora son calles, huecos para que circule el aire, la higiene y la mirada del otro? Con los Juegos Olímpicos, Barcelona optó por un modelo de ciudad pasteurizada, por liquidar sus contrastes entre la geometría del ensanche burgués y la compasión de sus ingles o sus extrarradios, esos lugares que les sobran a los dueños de la ciudad y donde habitan los perdedores sociales. Geometría y compasión es un fórmula, geometría o compasión es un drama.Ahora el Raval queda estigmatizado como mercado de paidofilia, mercado, al parecer, conocido por policías y jueces, pero sin el presupuesto suficiente como para proteger a las víctimas, presupuesto tal vez gastado modificando el modelo urbanístico, sacrificado a la geometría de una ciudad definitivamente posolímpica.

No se dice lo suficiente que en el Raval viviamos y viven miles y miles de familias trabajadoras, catalanas e inmigrantes, tengan o no tengan trabajo, que llevan con la dignidad y la fatalidad de siempre la Iucha por la vida.

Los que fuimos inmigrantes murcianos, gallegos, aragoneses o andaluces en el Raval en años preposmodernos contemplamos la llegada de otras inmigraciones, y los niños asiáticos, magrebíes, nigerianos y catalanes juegan en torno al museo de Mayer con la misma mezcla de respeto y audacia con la que nosotros jugábamos junto al enigmático edificio de los Dispensarios Blancos de Sert, herencia de la geometría republicana, de la compasión republicana creando referentes racionales en un barrio que entonces no era de perdedores. Todavía no habían perdido sus habitantes la guerra, la posguerra, ni la primera ni la segunda transición.

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