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El espejo del Ulster

Antonio Elorza

Existen diferencias muy claras que hacen inaplicable sin más un eventual modelo de pacificación en el Ulster al País Vasco. Históricamente, estamos allí ante los resultados de un dominio casi colonial de Irlanda por Inglaterra, doblado por la confrontación religiosa en el norte entre católicos (secularmente sometidos) y protestantes (unionistas). Quedaron así frente a frente dos comunidades en un mismo territorio, pugnando la primera por la reunificación con la Irlanda independiente y la segunda por mantener los vínculos con un Reino Unido que para controlar la situación en las últimas décadas, impuso una intervención militar. Es claro que . en Euskadi, por fortuna, ni hay guerra de religiones ni enfrentamiento de comunidades, aunque la nacionalista tienda a configurarse como tal, ni por supuesto nadie pide la anexión al país vecino. Funcionan instituciones democráticas, en el marco del Estatuto de autonomía gracias a las cuales es posible conocer con regularidad cuál es la voluntad política de los vascos.Ahora bien, marcar las diferencias no impide destacar al mismo tiempo los puntos de contacto entre una, y otra situación, derivados de la ejemplaridad que desde 1915 revistió el nacionalismo católico irlandés, en su ideología y en sus formas de lucha y organización, para el sector independentista del nacionalismo vasco. El punto de llegada ha sido el mismo la dualidad orgánica, con un núcleo de acción terrorista, el IRA en el Ulster, ETA en Euskadi, que alcanza una proyección política mediante la segunda organización, Sinn Fein y Herri Batasuna, respectivamente. Y los efectos también han sido los mismos: una conjugación trágica de violencia callejera permanente y de atentados al correr del tiempo. De ahí la importancia del gesto del Sinn Fein, abriendo de nuevo el espacio para una tregua en la cual pueda desarrollarse sin presiones externas la negociación política para alcanzar de una vez la pacificación del territorio.

La ocasión está ahí, al alcance del tándem ETA-HB, que al proclamar unilateralmente la tregua podría recuperar el terreno perdido ante la opinión pública vasca con sus últimos crímenes. Seguir con la "alternativa democrática" es tratar en vano de engañar a los demás y de engañarse a sí mismos. A los demás, porque muchas fórmulas políticas son en principio democráticas, desde la independencia hasta la reconstrucción del Estado centralista, pero nunca es democrático llegar a ellas mediante la presión del terror ejercido por una minoría. ¿Quién va a creerse que ETA y HB iban a asistir con flema británica a un ejercicio (le la autodeterminación en Euskadi y en Navarra del que saldría abrumadoramente vencida la independencia? Sobre todo, ¿por qué saltarse para cualquier cambio institucional a los parlamentos vasco y navarro, entregando la representación de la sociedad vasca por la sola gracia de sus muertes a ETA en el supuesto "contencioso con el Estado español"? Y como nadie les sigue ya por ese camino, el ejercicio resulta inútil, salvo para prolongar la secuencia inacabable de atentados y encarcelamiento.

Por su parte, más allá de las reformas legales que sean necesarias para contener las formas más visibles de violencia, y a pesar de lo ocurrido, el Gobierno no debiera contentarse con un enroque sobre posiciones defensivas, al calor de las grandes movilizaciones de las pasadas semanas. Cierto que aquí para "mover ficha" es preciso mantener y hacer operativa la unidad democrática proclamada en Ajuria Enea y en Madrid tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuyas primeras resquebrajaduras son ya visibles. En la base, porque las solidaridades locales juegan, como jugaron en Ermua, pero pueden actuar en sentido inverso y hacer saltar todo por los aires a la primera: ejemplo, Arrigorriaga. En el vértice, por la tentación del desmarque oportunista, practicado desde el primer día por Anguita y los suyos. Con la adecuada cobertura intelectual: las mareas no suelen ser del gusto de los espíritus elegidos, que tienden a apuntarse como profetas del reflujo. Extrañamente, Manuel Vázquez Montalbán está dando todo un recital en este sentido. Y entre unos y otros, con el desánimo que la inacción introduciría en los millones de ciudadanos movilizados desde el 10 de julio, puede perderse la ocasión de adelantar la perspectiva de Paz por Presos que quebrara el círculo vicioso en que aún nos movemos.

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