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La muerte de Póker

El grupo musical de Miguel Ángel Blanco no volverá a tocar

"No vamos a tocar más, no nos apetece hacerlo con otro batería". El asesinato por ETA de Miguel Angel Blanco Garrido ha terminado también con la historia de Póker, su grupo de música. Sus amigos, con los que en primavera y verano recorría los pueblos y ciudades de Euskadi de boda en boda, han perdido la ilusión. Una pasión que nació hace 15 años, cuando todos rondaban los 14."Sería, una pena que dejaran de tocar. ETA no puede quitarles también su amor por la música", señala Esther, la mujer de Manu, el cantante del grupo. Manu trabaja en la mayor empresa de Ermua, Amortiguadores Monroe. Fernando, el teclista, trabaja en un concesionario de automóviles, y Jaime, el bajista, es abogado. La banda no se ha mantenido siempre estable, ni en el nombre ni en sus componentes. Tan sólo Miguel Ángel y su batería habían estado en el grupo desde que nació. Póker, fundado por él, Manu y Jaime, surgió de una escisión en Ariskideak (amigos, en euskera), que antes se había llamado Cañaveral.

Ayer, vacíos, dolidos y sin esperanza, los Póker, junto a Víctor y Txotxe, que en otra época también tocaron con Miguel, hicieron un llamamiento: "Han matado nuestro sentimiento, pero queremos organizar un concierto. Queremos que todos los grupos participen. Sabemos que la gente de la música se volcará".

Lo que menos les importa es la fecha; lo que buscan es mantener vivo el recuerdo de su batería. Al frente del proyecto han puesto a dos de las mujeres de la vida de Miguel Ángel: su dos María del Mar, su hermana y su novia. Ambas, llenas de esperanza ala cabeza de una manifestación o con su dolor en la ventana del Ayuntamiento de Ermua, han dado una lección de lucha y fortaleza.

Lo que menos les importa es la fecha; lo que desean es que se repita cada año, para mantener viva la memoria de "un hombre que, más que ambición política, le hubiera gustado ser alguien en el mundo de la música".

La semana que viene comienzan los preparativos, se van a dar unos días para descansar y asumir la pérdida del compañero. Los Póker sólo tienen un deseo: que Héroes del Silencio (una banda q ue se autodisolvió el pasado verano), los favoritos de Miguel, acudan al concierto. En el dormitorio de Miguel hay un enorme póster de esta banda aragonesa. Un compañero de trabajo de Miguel recordaba hace dos días cómo le gustaba hacerle rabiar diciéndole que el grupo del, que era admirador "no eran más que unos imitadores de The Doors", la mítica banda de Jim Morrison.

Los Póker se habían especializado en bodas. Hace unos años, en sus giras de primavera y verano, incluían verbenas; ahora no les hacía falta. Su agenda estaba completa hasta finales de octubre. Su última actuación fue en Itziár (Guipúzcoa) el sábado 5 de julio, una semana antes del asesinato.

A no ser que sus mujeres y amigos les convenzan, los Póker no volverán por los garajes del barrio de Amaña en Eibar (Guipúzcoa), donde se reunían a ensayar. De hecho, después de muchos años clantando un poco de todo, estaban ensayando temas propios, unas canciones que sólo ellos y sus allegados habían tenido oportunidad de escuchar. En su repertorio no renunciaban a nada, salvo al bakalao. Miguel y sus amigos lo detestaban. Tocaban y cantaban, en, euskera y castellano, lo que a la gente le gusta oír en las bodas: pasodoles, tangos, los éxitos del verano y las melodías clásicas.

La política no existía ni en los ensayos ni en las actuaciones. "Sus siglas políticas eran, lo de menos. Siempre decía que lo importante era trabajar por el grupo", recordaba ayer uno de sus amigos.

Miguel, para el que la mejor de su vida era la música, se ha llevado consigo la ilusión de su grupo, los Póker. El lunes,en su entierro, su novia María del Mar dejó sobre el féretro las baquetas de su batería. Pronto le van a dar otra, sólo una, que para Miguel Angel habría sido muy especial: Pedro Andreu, el batería de Héroes del Silencio, anunció ayer que estará en Ermua para asistir al homenaje que se haga en memoria del edil asesinado y que regalará a su familia una de sus baquetas. La otra se la quedará, dijo, para acordarse de Miguel Angel cada vez que la vea.

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