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Un 20% de los pisos carece de ducha o baño y un 7% de retrete

Cuando en Lavapiés se habla de chabolismo vertical no se trata de metáforas exageradas. De las 11.878 viviendas censadas en el área de rehabilitación preferente un 20% carece de baño o ducha y el 7% tampoco dispone de retrete individual .La mitad de los pisos tiene superficies inferiores a los cincuenta metros cuadrados, y un 22,5% no llega ni siquiera a los 31 metros cuadrados. Sólo un 9,2% de las viviendas supera los noventa metros cuadrados. Estas pésimas condiciones de vida son las que llevan a los técnicos de la Gerencia Municipal de Urbanismo a concluir que, de los 756 edificios del barrio, 157 tienen infraviviendas. El 60% de estos bloques se construyó hace más de un siglo.

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Sin estudios

Su carácter de barrio antiguo y popular queda de manifiesto en el elevado índice de personas sin estudios, un 28,3%. Un 28,5% de las familias tiene unos ingresos mensuales inferiores a 2,5 veces el salario mínimo.En la última década el barrio ha acogido a un buen número de inmigrantes, sobre todo africanos y latinoamericanos. Esta presencia multicultural queda patente en el hecho de que el 27% de los niños matriculados en los colegios públicos de la zona corresponde a hijos de inmigrantes.

Los primeros asentamientos humanos en lo que hoy es Lavapiés se produjeron en el siglo XII como un arrabal judío situado extramuros. El lugar ocupado ahora por la plaza de Lavapiés era la sede de la sinagoga.

Con el traslado de la corte a Madrid, el vecindario, que entonces estaba formado por casas de una o dos plantas, se vio obligado a crecer ante la llegada de nuevos habitantes. Pero fue durante la industrialización del siglo XIX cuando el barrio cobró un mayor auge por la importancia de negocios como la Real Fábrica de Tabacos, que aún existe en Embajadores. Llegó un buen número de obreros y los bloques de viviendas se convirtieron en colmenas.

La crisis de las principales industrias fue llevando al barrio a cierto estado de decadencia. La dictadura y el desarrollismo no mejoraron la situación, favoreciendo actuaciones urbanísticas especulativas. Las malas condiciones heredadas son las que ahora se pretende cambiar. Pero no todo es negativo. Lavapiés es un barrio con una fuerte identidad al que la creciente presencia de jóvenes, a veces relacionados con movimientos alternativos, y de ciudadanos de otros países otorgan una variedad cultural de la que carecen otras zonas. El riesgo es que los problemas derivados de la penuria transformen esa potencial riqueza en enfrentamiento y marginalidad.

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