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FERIA DE SAN FERMÍN

El encierro menos multitudinario

El número de heridos en estos 'sanfermines' es el menor en cinco años

El último encierro de los sanfermines fue el de menos participación de los seis que han vivido las fiestas. El cansancio acumulado y la masiva huida de visitantes tras el fin de semana tuvieron la culpa. Pero hay otra causa que explica el espectacular descenso de corredores. Aitor, un joven pamplonés de 24 años que permanecía en la mañana de ayer tras el vallado situado en la entrada del callejón, hacía el siguiente análisis: "Yo he corrido todos los encierros menos éste. Sólo saltaré la valla si veo a alguien en peligro. Para mí, como para otros mozos, las fiestas se acabaron en el momento en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco".Otros espectadores aseguraban no recordar si alguna vez habían visto menos mozos en la calle. Esa reducción del número de corredores hizo que el encierro de los debutantes toros de El Pilar fuera limpio y rápido. Sólo tres personas necesitaron atención hospitalaria por heridas de poca consideración. Y eso pese a que en uno de los tramos más peligrosos, el que une las calles de Mercaderes y Estafeta, se produjo una escena brutal, cuyo dramatismo sólo se atemperó cuando el mozo protagonista se levantó del suelo por su propio pie.

Llegó el hombre a la curva y un toro le encunó colocándole entre sus cuernos y le lanzó con la fuerza de sus 600 kilos contra otro toro que tomaba la curva. Entró el mozo por debajo de las patas de éste y estrelló su cabeza contra la pared. Milagrosamente, salió indemne del lance.

No fue el único momento con aroma a tragedia. Otro animal se quedó rezagado, cayéndose cada dos por tres, y derrotó en numerosas ocasiones, por fortuna con muy poca fuerza y sin llegar hasta los mozos. Sembró este morlaco el caos justo después de traspasar el callejón de la plaza. Tres corredores cayeron ante él y encima de ellos acabó el animal. Quien peor parado salió fue el australiano Ben Hirst, de 29 años, que quedó ingresado en el hospital con una herida en cuero cabelludo y traumatismo craneal trivial, de pronóstico menos grave. Con él se cerró definitivamente la lista de los heridos en los encierros.

El número de heridos ha sido, según cifras oficiales, mucho menor que el de años anteriores. En los hospitales se ha atendido a 36 personas, cinco de ellas por asta de toro. Es la cifra más baja de los últimos cinco años. En 1993 fueron 96 los heridos en los encierros, 71 un año después, 46 en el 95 y 56 el pasado año.

No hay explicaciones oficiales para este espectacular descenso de heridos. Algunos lo achacan a las fuertes medidas de seguridad, mientras otros prefieren valorar la pericia de los pastores, de los mozos más avezados y de los dobladores. Y no son pocos quienes le echan mayor espiritualidad al asunto, señalando con el dedo a lo que llaman el capote protector del santo. Para el doctor Martínez Vergara, jefe de los servicios de urgencia del hospital de Navarra, la explicación es más terrenal: "La única razón que yo encuentro está en los propios toros, que por lo visto tienen menos casta que los de antaño. Si los toros quisieran, si embistieran, las cien personas que cada mañana permanecemos en los hospitales con un nudo en la garganta no daríamos abasto. Si quisieran los animales, cada encierro sería una tragedia".

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