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Reportaje:PLAZA MENOR -LA VAGUADA

Biosfera comercial

La advocación bajo la que figura el barrio es aragonesa, gallega la toponimia, andaluza, extremeña o manchega de origen gran parte de su población, y en la hondonada que marca su frontera, el imprevisible toque marítimo de un enorme transatlántico comercial varado en plena avenida de Monforte de Lemos sobre 23 hectáreas de preciado terreno que en su momento reivindicaron los vecinos como zona verde y que terminó por ser zona mercantil de comercio y especulación. "La vaguada es de todos", contestó Tierno Galván, y en un ágil quiebro dialéctico se llevó el gato al agua y el hiperíñercado a la vaguada, ante un confuso movimiento ciudadano deslumbrado por la coartada esgrimida por el cínico y retórico munícipe.La vaguada del barrio del Pilar es hoy el centro comercial La Vaguada, o Madrid 2, un centro pionero y polémico inaugurado en 1983, un gigantesco invernadero rematado por inútiles y rígidas velas y cubierto de una vegetación lujuriosa, un megacentro adornado de matices "ecológicos" como un arca de Noé consumista. César Manrique, artista plástico conocido como conservador del paisaje y de la arquitectura popular de su isla natal, Lanzarote, inspiró. la coartada ecologista del Ayuntamiento, diseñanio una zona verde como camuflaje para una zona comercial, una coartada de diseño que amparó la botadura ¿le este acorazado comercial, concebido al estilo de los malls norteamericanos, paraísos acotados del consumo y el ocio, ideados para engullir a toda la familia y exprimirla en una larga digestión a través de sus conductos intestinales iluminados por seductores neones y múltiples ofertas. Una espiral en la que se pierde el sentido del tiempo y de la orientación a beneficio del omnívoro Moloch, el insaciable dios de los. mercados fenicios.

Madrid 2 trata de ser un invernáculo como el experimento científico de la biosfera, si no autosuficiente, sí capaz de satisfacer con suficiencia las necesidades materiales más variadas de sus visitantes. Grandes almacenes y pequeños comercios se reparten las congestionadas galerías. Hace mucho tiempo que los conceptos originales del diseñador canario sucumbieron a los pragmáticos usos comerciales, las amplias y luminosas avenidas se poblaron con toda clase de chiringuitos y casetas, quioscos y toldillas, aprovechando al máximo la superficie de ventas. El marco, sobre todo en invierno y en los días lluviosos, no luce demasiado claustrofóbico para los vecinos, sobre todo para los jubilados, que hace tiempo que tomaron la medida de los oscuros bancos de pizarra y han conquistado los rincones más acogedores bajo la cúpula.

Mostrando gran capacidad de adaptación, los mayores se desenvuelven a sus anchas en este espacio, se han acostumbrado a los refrescos con pajita y al vaso de plástico y se las arreglan mejor que nadie con los nuevos envases y sus esotéricos rituales de apertura. Consumen sin prisas las comidas rápidas y contemplan, sedentes y filosóficos, el apresurado fluir de varias generaciones de compradores compulsivos, quizá con un punto de envidia o de nostalgia consumista. El centro Comercial ha cambiado los usos diarios del barrio y ha multiplicado el precio de los pisos. y los locales de su entorno.

Cuando comienza el buen tiempo, la provecta grey se des, perdiga buscando el aire libre. En las dos riberas de la avenida de Monforte de Lemos se extienden las terrazas. En la acera contraria al centro se yergue un menhir de pizarra a modo de arrecife o punto de amarre del transatlántico anclado; sentados a su alrededor, dándole la espalda, se sientan los ancianos de la tribu, alguno tocado con la totémica y ancestral boina.

Aquí empiezan los bloques rectangulares de uno de los barrios más densos de Europa. El de mayor densidad de población, afirma categóricamente una veterana residente a pie de la biensurtida barra de un bar pequeño y acogedor ubicado junto a la boca de metro. Mesones gallegos, tascas andaluzas y restaurantes chinos, chiringuitos mediterráneos y bares de copas de acento anglosajón. La reiterativa e impersonal cuadrícula del callejero urbano se abre en pequeños parterres y plazas sin nombre que se identifican por las firmas de los grafitos.

El barrio del Pilar podría ser un ejemplo señero del realismo socialista aplicado a la arquitectura, pero es un modelo de urbanización populista del capitalismo nacionalsindicalista en vías de desarrollo, todavía con los resabios sociales de un falangismo ornamental que el régimen siguió enarbolando como ilusoria bandera hasta el final de sus días.. El barrio del Pilar forma parte del imperio urbanístico de Banús, hijo inmobiliario predilecto del régimen en cuyas cuadrillas trabajaron forzados muchos presos políticos, entrenados en la construcción del faraónico mausoleo del Valle de los Caídos.

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Con el tiempo, el barrio del Pilar se convertirá en un reducto rebelde, estrechamente vigilado y aislado en las fronteras de la capital. Lejos del centro y demasiado cerca de El Pardo, lo que no impediría la proliferación de comunas de estudiantes de economía depauperada y solidaria, células trotskistas, editoriales subversivas, sindicatos clandestinos, hippies consumidores de sustancias estupefacientes, cantautores en ciernes y otras malas hierbas difíciles de extirpar por los jardineros del orden.

Una tradición que debió de pesar todavía después en el ánimo del ministro del Interior socialista José Barrionuevo cuando ordenó un espectacular, infructuoso y molesto barrido del barrio en busca de un comando etarra que a lo mejor pernoctaba esos días en La Moraleja, como sugerían algunos de los residentes importunados por la operación policial. Sobre las relaciones entre la policía y los vecinos, a este cronista le contaron hace años una anécdota que no se resiste a contar aunque no pueda confirmar la veracidad. Durante una manifestación de amas de casa, convocada en el barrio a mediados de los setenta, una canosa y opulenta matrona se topó con su hijo al otro lado de la calle, con uniforme y enarbolando la correspondiente porra, y, tras increparle duramente, ignorando sus protestas y sus obligaciones laborales, se lo llevó arrestado a su casa ante los atónitos ojos del sargento.

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