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LA CUMBRE DE MADRID

Polonia, Hungría y República Checa creen que su presencia hará a Europa más estable y segura

Polonia, Hungría y la República Checa creen que con su incorporación a la OTAN, que se materializará en un par ¿le años tras la invitacíón formal de ayer en Madrid, se ha dado un paso decisivo "hacia una Europa más estable y más segura". Para Rumania y Eslovenia, los otros dos máximos aspirantes regionales, vetados por Estados Unidos, el premio de consolación fue verse mencionados en el comunicado final y una promesa de que su caso, junto con el de otros pretendientes de una lista de 12, será reconsiderado en 1999, con ocasión de la nueva cumbre que marcará el cincuentenario de la Alianza.

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Los tres países poscomunistas consideran que, con su admisión, Occidente premia el enorme esfuerzo hecho en los últimos años por sus pueblos para transformarse económica y políticamente. De entre los antiguos satélites europeos de Moscú, en Polonia, Hungría y la República Checa es donde más se han consolidado el capitalismo y el régimen de libertades democráticas. Estos dos elementos, junto con el control civil del aparato militar y la ausencia de conflictos vecinales, son los determinantes en la aceptación por la OTAN de nuevos miembros.En un comunicado conjunto redactado tras el anuncio formal por Solana de la ampliación hacia el Este -"un acontecimiento crucial que perfila la OTAN de comienzos del siglo XXI", se lee-, los jefes de Estado de la República Checa y Polonia y el primer ministro de Hungría, que comparecieron en conferencia de prensa distinta de la del secretario general, declaraban su "profunda satisfacción por la invitación hecha en Madrid para iniciar las conversaciones de adhesión", que esperan, dijeron, ver finalizadas en un par de años.

Los presidentes Vaclav Havel y Aleksander Kwasniewski y el primer ministro Gyula Horn, llegados por la mañana a Madrid, se enteraron virtualmente por televisión de la admisión de sus respectivos países, mientras aguardaban intercambiando mensajes en el recinto de prensa, que algún dignatario de la Alianza les comunicase oficialmente le, que era el acontecimiento del día. y la razón básica de esta reunión de los 16 miembros del club atlántico. Desde mediodía, concentrados con sus delegaciones, en diferentes hoteles de Madrid, esperaban la señal del gran acontecimiento, en medio de rumores de pasillo sobre la intensa batalla dialéctica a puerta cerrada que enfrentaba a Washington y París a propósito del número de candidatos a los que debía abrirse la puerta de la OTAN. Estados Unidos, jefe indiscutido de la Alianza, había anunciado hace semanas que restringiría a estos tres países el número de nuevos socios en la primera oleada.

Polonia, Hungría y la República Checa se comprometieron ayer a intensificar su cooperación militar, a asumir plenamente las responsabilidades asociadas con la pertenencia a la, Alianza y a trabajar conjuntamente para que otros Estados poscomunistas puedan incorporarse a la misma. Los tres elegidos de Madrid intentaron rebajar el impacto económico de la incorporación al club militar, esgrimiendo el argumento de que la modernización de sus Ejércitos es imprescindible. Y anticiparon que, evaporado el giran enemigo, Rusia, la futura OTAN hallará su razón de ser en impedir conflictos regionales.

Así como todo fueron golpecitos en la espalda y guiños de ojo para las posibilidades de Rumanía o de la antigua república yugoslava de Eslovenia, el secretario general Solana fue calculadamente vago acerca de Bulgaria o Eslovaquia, país éste sobre el cual la cortina de silencio oficial ha sido particularmente espesa. El acreditado autoritarismo del primer ministro VIadimir Meciar y su coqueteo con Moscú han colocado a Bratislava, la antigua mitad de Checoslovaquia, definitivamente a la cola de las preferencias de Washington y de sus aliados.

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La OTAN, según Solana, tampoco ha decidido nada sobre cuál será la situación interina de los nuevos invitados hasta que la ratificación por los 16 parlamentos nacionales de la Alianza consolide formalmente la situación de Varsovia, Budapest y Praga, allá por el final de 1999, como miembros de pleno derecho. Ninguno de los tres países centroeuropeos quiere permanecer dos años en una especie de limbo político-militar mientras Rusia tiene perfectamente definido su estatus respecto de la Alianza desde la firma en París de la denominada Acta fundacional.

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