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El nuevo líder de Camboya pide al mundo que no interfiera en el conflicto

El segundo primer ministro, el comunista Hun Sen, que el fin de semana se hizo con el poder en la capital camboyana, no tiene intención de permitir el regreso del príncipe Norodom Ranariddh. Ayer rechazó todas las presiones exteriores con el argumento de que se trata de un asunto interno. Mientras, prosiguen los combates en el norte entre los partidarios del Partido del Pueblo (PPC) y los realistas de Ranariddh quien realizó ayer un llamamiento, desde París, para que "la ONU condene el golpe de Estado".La ONU no tardó en responder, aunque no en términos tan duros. El secretario general de este organismo, Kofi Annan, se mostró "muy preocupado" por los combates en Camboya y anunció vagamente que se tomarán medidas, aunque no especificó cuáles. EE UU, por su parte, se negó a utilizar, la expresión "golpe de Estado", pero condenó lo que Nicholas Burns, portavoz del Departamento de Estado, calificó de "recurso a la fuerza".

En cualquier caso, el comunista Hun Sen ya había advertido en un mensa . e televisado: "Dejen a los camboyanos arreglar sus propios problemas". Es la respuesta a las numerosas presiones recibidas desde la Unión Europea, Estados Unidos y Asia para que los miembros de la antigua coalición busquen una solución de compromiso que ponga fin a los combates y recomponga los acuerdos de paz de 1991. Para Hun Sen, la comunidad internacional debe escoger entre el Gobierno actual o defender a Ranariddh y a los jemeres rojos, a los que acusa de complicidad.

El depuesto coprimer ministro y dirigente del realista Funcinpec, el príncipe Ranariddh negó ayer esta relación con los jemeres rojos, y pidió a la comunidad intemacional, a la ONU, a los firmantes de los acuerdos de paz de París y a todos los "países amigos de Camboya", que no reconozcan un régimen surgido de la ilegalidad. Ranariddh desea que, además de condenar lo que denomina "golpe de Estado criminal", estas naciones obliguen al comunista Hun Sen al respeto escrupuloso de los acuerdos de París de 1991, sobre los que se asentaba el proceso de democratización que ahora ha saltado por los aires.

En el terreno militar, la situación está aparentemente bloqueada. Mientras que las tropas de Hun Sen controlan la capital, Phnom Penh, unos 200 soldados 100 de cada bando, se enfrentaron ayer a tiros en el norte del país, en la región de Siem Reap, lo que obligó a cancelar la evacuación de los turistas que visitaban la ciudad de Angkor. En el sur, en la ciudad Sihanukville, los Ejércitos de Ranariddh y de Hun Sen ocuparon posiciones estratégicas que auguran nuevos combates.

Desde que el sábado estalló e conflicto armado ha habido 16 muertos -entre los que se incluye un cámara canadiense-, y 82 heridos. Unos 800 extranjeros han sido, sacados del país por aviones tailandeses. En la región de Siem Rep todavía quedan atrapados unos 80 japoneses, 50 estadounidenses, 20 surcoreanos y otros 20 franceses.

En este clima de guerra civil que se vive en Camboya, las divisiones han comenzado a aflorar en el lado realista. El coministro del Interior, You Hocri, y dos altos cargos del partido de Ranariddh han pedido calma y han invitado a los funcionarios pertenecientes al Fundinpec a volver a sus puestos de trabajo sin temor a represalias. En este sentido, Hun Sen propuso al Funcinpec la designación de otro primer ministro, ya que él no tiene intención de ocupar el cargo en solitario.

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Barcos estadounidenses

El aeropuerto internacional de Pochetong, cerrado tras el inicio de los enfrentamientos, fue reabierto ayer al tráfico aéreo, gracias al clima de normalidad que vive la capital tras la huída de los partidarios de Ramariddh.Tres barcos de la base de EE UU en Sesebo, en Japón, han sido puestos en situación de alerta para que, llegado el momento, puedan evacuar a los ciudadanos estadounidenses, dijo ayer un portavoz del Pentágono.

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