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La coalición conservadora-comunista

El primer tratado que creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero fue ratificado en la Asamblea francesa en 1951 por 377 votos a favor y 233 en contra: los comunistas, los gaullistas, y los llamados independientes de derecha votaron en contra. Esta alianza de la derecha nacionalista y los comunistas contra una Europa unida dura ya 45 años, y ha resistido al desmoronamiento de la URSS que, al fin y al cabo, se entiende no estuviera interesada en la consolidación de la zona de influencia norteamericana. El comunismo residual de nuestros días, en Francia, en España, en Portugal, para oponerse al Tratado de Maastricht, además del carácter netamente capitalista del proceso de construcción europea, sigue sacando a relucir de la mano del nacionalismo francés, o del conservadurismo británico, la soberanía de los Estados.Por arduos y largos que hayan sido algunos recovecos, asombra la continuidad del proceso de integración europea, así como la permanencia de los mismos enemigos. A comienzos de los cincuenta el liberalismo ya anunciaba para las industrias básicas del carbón y del acero, sí quedaban sometidas a una autoridad supranacional, gravísimos costos y peligros sin fin. En su cruzada contra el euro, tampoco falta hoy el liberal a ultranza que para argumentar que se puede muy bien funcionar con varias monedas deja de percibir las diferencias que existen entre una "zona de libre cambio" y un "mercado único", además de no querer advertir el papel de moneda rectora que en la NAFTA y, de hecho en toda América, desempeña el dólar. En Europa el marco también ejerce esta función, pero, dada la tendencia a revalorizarse a largo plazo, con fuertes oscilaciones a corto, se comprende que Alemania sea la primera interesada en implantar el euro. Además, si en América nadie cuestiona la hegemonía de EE UU y de su dólar, en Europa, nada más discutible que la real o presumible hegemonía alemana. Con todo, hay gentes que prefieren que la política monetaria la dicte el Bundesbank a que lo haga el futuro Banco central europeo.. Incluso hay un conservadurismo proatlantista que también cuestiona el euro, apelando a la competencia que pudiera significar para el dólar, o más triste aún, por la mayor autonomía de que gozaría una Europa fortificada con una moneda única.

En fin, junto a una derecha, nacionalista o proatlantista, sigue existiendo una izquierda residual que se enfrenta a Maastricht con el mismo discurso con que los comunistas ya criticaron los anteriores tratados comunitarios. Si se repasan los argumentos antieuropeístas de la izquierda comunista- la socialdemócrata supo subirse pronto al carro europeo- se concluirá que todos ellos se cifran en la perogrullada de que se está contruyendo una Europa capitalista. Nada más natural que la vieja izquierda anticapitalista se opusiera al proceso europeo de unificación por el mero hecho de ser capitalista, orden que efectivamente queda sacralizado en los tratados comunitarios, pero lo que resulta inadmisible es que la pseudoizquierda residual de nuestros días apoye el ingreso de España en la Comunidad, asumiendo con ello los tratados de Roma y, faltos de la más mínima coherencia, impugnen el de Maastricht porque, al igual' que los anteriores, sin tener en cuenta una perspectiva social o incluso democrática, plantea la integración desde un enfoque capitalista puro y duro. Decimos sí a la Europa que hay, obvia y claramente capitalista, porque sería mucho peor la fragmentación competitiva, desde luego no menos capitalista, a la que retornaríamos si se detuviera el proceso de integración que culmina en el euro. No hay alternativa por ahora al proceso capitalista de la construcción de Europa; en una etapa posterior cabrá o no, ya veremos, plantear una política de izquierda que sea a la vez realista y asumible. Pero no tiene sentido colocar el carro antes que los bueyes, a no ser que lo que se pretenda sea boicotear la construcción de la Europa posible en nombre de otra, tan idealista como irrealizable.

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