Años de plomo
El aliento de los cañones incandescentes les dio caza desde 1982. Gente del Quiché, de Huehuetenango, del Petén, de las Verapaces, aprendieron a sobrevivir y a creer, día a día, en el futuro. La selva del Ixcán les acogió, terrible y protectora. En Historia de un gran amor, un sacerdote, Ricardo Falla, narra emocionadamente su experiencia en las CPR. Bajo el acoso de los soldados impunes, Falla constata la solidaridad de la gente: "Íbamos hambrientos y agradecimos el gesto que nos alimentaba en su gran destitución. Ellos eran para nosotros la expresión de la providencia. No teníamos que pensar en la comida o en la bebida, ni tampoco en la seguridad. La gente era todo eso para nosotros, sin regateos"."Hemos atravesado todas las fases", dicen Marcos y Vicente Ramírez, del Comité de Parcelarios y de las comisiones de Proyectos y Tierras del Ixcán. "La emergencia, de 1982 a 1986; de sobrevivencia, hasta 1991; aún estamos subsistiendo en buena parte, pero ya proponemos una clara organización para el desarrollo. Lo que necesitamos es lograr el asentamiento definitivo de las CPR en el Ixcán".
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