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LA ENTREGA DE HONG KONG

Los últimos parias de la colonia

2.000 refugiados vietnamitas no encuentran asilo en vísperas de la devolución a China

ENVIADO ESPECIALUn centenar y medio de chinos del continente obtienen cada día autorización para residir en Hong Kong. "Con esa proporción, en 10 días podríamos cerrar el campo de refugiados vietnamitas de Pillar Point, si las nuevas autoridades locales los reinstalaran aquí o un tercer país les concediera asilo", declara esperanzado el suizo Jean-Noël Wetterwald, jefe de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR). Pero sus deseos no son tan fáciles de cumplir rápidamente, porque sus habitantes son personas poco menos que indeseables, muchos vinculados con el tráfico de droga y otros con antecedentes penales.

"Estamos deseando cerrar Pillar Point y ojalá que lo podamos hacer de aquí a seis meses", aventura. Pillar Point, en la península de Kowloon, es el único de los dos campos que queda en Hong Kong. Tiene régimen abierto y está supervisado por el ACNUR. El otro es el de High Land, que es un centro de detención regido por las propias autoridades hongkonesas y de difícil acceso para la prensa. A mediados de mes fue cerrado el de Whitehead, el último de los más numerosos que aún quedaban, escenario en 1996 de una espectacular evasión, posteriormente frustrada, protagonizada por un centenar de reclusos.

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En principio, quedó establecido que no más tarde del 1 de julio de 1997 tenía que haber sido resuelto el caso de los apenas 2.000 vietnamitas que aún permanecen en Hong Kong de los 200.000 que huyeron de su país en maltrechas barcazas desde 1975 tras la guerra y el triunfo comunista. Todos los campos de refugiados tendrían para entonces que haber sido cerrados. Así lo estipulaban los planes de la ONU suscritos en 1989 y en 1995 con países occidentales y asiáticos para reacomodar a estos parias.

"No se van a cumplir los plazos, aunque sea por muy poco", reconoce Wetterwald, "pero sí tenemos garantías de que por el momento los que quedan no serán expulsados. Se trata ahora de que China y el nuevo Gobierno de Hong Kong tengan voluntad política para que se consiga dar el último empujón", agrega. La mitad de esos 200.000 han regresado a su país y el resto fueron reubicados en otros, especialmente EE UU, Reino Unido y Suecia. Unos 300 fueron acogidos por España.

Hasta el pasado miércoles, la relación de casos aún sin resolver era la siguiente: 1.500, con estatuto de refugiados en espera de ser reinstalados en un tercer país; 195, sin ninguna protección (detenidos en el campo de High Island), que buscan por diversas vías garantías de asilo, y un grupo de 512 apátridas de origen chino, a los que tampoco China quiere acoger.

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Es una cifra baja si se compara con los 20.000 que había hace apenas un ano y medio o los 60.000 de la segunda mitad de la década de los setenta. Sin embargo, nadie los quiere. Ellos están deseando marcharse, "a cualquier sitio menos tener que quedarse aquí", sentencia el joven Bu¡ Doan Trung, de 26 años, que trabaja como albañil en el exterior.

"Estoy preocupado por lo que nos pueda pasar después de la reintegración de Hong Kong en China. El régimen chino es socialista e impondrá el socialismo aquí", asegura con cierta candidez Nguyen Van Canh, de 36 años, también albañil, en las antípodas de quienes están convencidos de que Pekín no estropeará el magnífico juguete hongkonés.

Nadie descarta, a pesar de las manifestaciones de esperanza del jefe de la oficina del ACNUR, que Pillar Point desaparezca sin que el problema quede resuelto. Primero se marcharían los vigilantes; luego, los empleados, y al final, el propio personal de ACNUR. Este puñado de indeseables se quedaría en tierra de nadie. Sin duda, sería el peor final que se le podría poner a la exitosa operación de reacomodación de los boat people.

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