Farmacias como museos
Las antiguas boticas también han sido protegidas en el nuevo plan urbanístico de la capital.Farmacia De Leuze. San Bernardo, 39. Más que una farmacia parece un museo, incluso figura en los recorridos propuestos por el Ministerio de Cultura. Su propietaria, Beatriz Isasi (viuda del farmacéutico De Leuze, que la adquirió hace 50 años), da en el clavo cuando la describe: "Parece un encaje". Reinaba Carlos III cuando el primer dueño de esta botica, Baltasar Riego, eligió el estilo rococó para decorar la parte pública y así se conserva: adornos florales hechos con escayola, pan de oro y guirnaldas. El techo pintado, las estanterías llenas de conchas, colorines y más colorines. La rebotica, en cambio, es neogótica. Y el botamen [colección de botes], que llegó desde la fábrica Meisner, de Alemania. En 1990, hubo que restaurar el lugar. Vinieron especialistas que se llevaron pieza a pieza el interior de la farmacia. El arreglo, en el que colaboraron Ayuntamiento y Comunidad, duró dos años y no alteró su aspecto original. La familia propietaria de esta joya admite que mantener un local tan exquisito sale caro.
Farmacia Cabezas de Herrera. Conde de Aranda, 7. Lo máximo que marcaba la caja registradora cuando Juan Ramón Cabezas de Herrera adquirió esta botica en 1960 eran 69,95 pesetas. El transformó la cifra en 699 y ahora usa esta reliquia de principio de siglo como cajón para el dinero. El mérito de esta farmacia de finales del XIX es no haber sucumbido a la moda de forrar muebles y mostradores con materiales plásticos blancos. Y eso que más de uno insistió al dueño para que se deshiciera del mostrador de mármol con forma de riñón. 0 para que cambiara los muebles y estanterías de madera de nogal. Cabezas de Herrera optó por conservar su estado original y ahí están los frascos azules de cristal de La Granja que antes se usaban para guardar las fórmulas magistrales, la antigua balanza o el techo repujado con escayola desde el que se asoma una mujer con la copa y la serpiente, símbolo de las farmacias. "Dicen que actuó como modelo la esposa del primer dueño", señala Cabezas de Hierro. Y luego está la hermosa rebotica, una habitación con todo lo necesario para hacer pócimas de las de antes. En 1994, la farmacia ardió una noche en que alguien entró a robar. Ni por esas: el propietario la restauró con su aspecto original.
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