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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ahora, Congo

LOS LÍMITES de la voluntad democrática quedan claramente marcados cuando las partes en liza recurren a las armas como actividad preelectoral. Es lo que está ocurriendo en Congo ante las elecciones presidenciales previstas para el 27 de julio. Por una parte está el actual presidente, Pascal Lissouba, que llegó al poder tras las primeras elecciones democráticas en 1992, pero que -de hecho- ha convertido al Ejército en una fuerza a su servicio personal. Enfrente, las milicias armadas del ex presidente y largo tiempo dictador marxista-leninista, Denis Sassou N'Guesso, que perdió en las urnas frente a Lissouba. Fue, justamente, una redada contra el domicilio de Sassou, N'Guesso en busca de armas lo que disparó el actual conflicto hace unos días.Los partidarios de Sassou N'Guesso acusan al poder legal de atrincherarse ante el temor de perder las elecciones presidenciales, mientras el Gobierno dice defenderse de un intento de golpe de Estado. Los enfrentamientos han provocado ya decenas de muertos. En esta situación, Francia ha reaccionado, aunque París insiste que no se trata de una intervención, sino de una acción para proteger y evacuar a la población francesa. Francia disponía de tropas sobre el terreno, que ha ido reforzando hasta los 1.250 soldados.

Junto a la seguridad de sus ciudadanos y otros extranjeros, Francia tiene muchos intereses que defender en Congo. Más, incluso, que en el antiguo Zaire, dadas la posición estratégica de este país en el África francófona y las reservas de petróleo en la plataforma territorial congoleña. De hecho, según Le Monde, Congo se ha convertido en el primer cliente de Francia en el África subsahariana con un reciente contrato de suministro de material para una plataforma petrolífera.

Esta crisis ha servido para que el presidente francés, Jacques Chirac, defina otro terreno en la cohabitación con un primer ministro socialista. Ha sido Chirac quien ha hablado con los líderes enfrentados. La mediación oficial la ofreció el presidente de Gabón, Omar Bongo, y ayer, el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, recién estrenado presidente de la Organización para la Unidad Africana (OUA), apeló a un alto el fuego. Lionel Jospin, desde la oposición, consideró que la caída de Mobutu en Zaire supuso "el fracaso de la política africana de Francia". Y no le faltaba razón. El nuevo secretario de Estado de Cooperación, Charles Josselin, ha criticado a las antiguas "redes gaullistas" que han llevado a cabo la política francesa en África. Sin embargo, no está claro cuál va ser es política tras la pérdida de Zaire.

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Esta crisis llega unos días después del golpe de Estado en Sierra Leona, ante la cual los propios africanos han reaccionado para poner en pie una intervención propia de África occidental para intentar restablecer la legalidad. La crisis de Congo requiere no sólo que sean los africanos los que contribuyan a su solución, sino también que se restablezcan las reglas del juego democrático. Pues este continente, castigado en su pobreza y con un exceso de intervenciones exteriores no siempre humanitarias, no puede vivir a golpe de golpes.

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