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Tribuna
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Ejercicios de incomunicación

José María Aznar ocupa la tribuna. Desgrana en tono monocorde los 27 folios que enseguida se reparten en la tribuna de prensa como deferencia especial a Julio Anguita y Rosa Aguilar, que gozan de esa ventaja por estar en la otra orilla. Se nota que es día grande por los corros exteriores que forman asesores, escoltas y conductores. También por la concentración de cámaras de televisión y de fotógrafos. El orador permanece en pie, las manos agarradas a los extremos del atril con la misma firmeza que un ciclista de competición lo hace al manillar de su máquina. Se le seca la boca en dos ocasiones se alivia con breves sorbos de agua. Proviene de un vaso en bandeja de plata sobre la que puede verse una servilleta de hilo. Nada de etiquetas de la embotelladoras, ni tampoco otro indicios de patrocinio comercial a los que se ha recurrido para la conmemoraciones del vigésima aniversario de las elecciones generales del 15 de junio de 1977. Así transcurren hasta 70 minutos que concluyen con aplausos hemipléjidos a los que sólo contribuyen los ocupantes de los escaños de la derecha asignados a los miembro del Grupo Popular. Los aliados de la investidura, es decir, los catalanes de CiU, los vascos del PNV y los canarios de CC prefieren dejar sus manos ociosas sobre los pupitres como signo de neutralidad acústica. Desde la tribuna de prensa, que presenta algunos sitios libres, puede medirse la intensidad de asentimiento aplaudidor. Alcanza un máximo de 68 decibelios y se prorroga durante 55 segundos. Sólo entonces Aznar se muestra complacido y premia a los suyos esbozando una sonrisa muda y escasa desde el escaño al que ha regresado con presteza. Se levanta la sesión para dar tiempo a que se preparen las respuestas. Inútil: las réplicas han sido escritas de víspe ra sin la necesidad de escuchar a: presidente, según costumbre inveterada. Por eso, salvo Felipe González, nadie ha tomado notas.Pasadas las cuatro de la tarde es el turno de González. Se sirve de un guión, se acompaña con el gesto, dirige su mirada al presidente. Se le olvida que es líder de la oposición y toma con autoridad el sendero de Maastricht. Elige los terrenos del consenso sobre todo en las áreas de política exterior. Quiere ofrecer el perfil de una oposición responsable muy distinta de la que hubo de soportar. Se viste de luces para hacer algunos quites autonómicos, reclama una rectificacion sobre la famosa amnistía a los amiguetes y pide el sobrero de la televisión digital con descodificador incluido. Vuelve a la tribuna el presidente Aznar, pero lo hace como si continuara en la oposición. Alguien le ha confundido y en lugar de dar respuestas sólo formula preguntas y exigencias a González. Viene la dúplica de González, que se reitera en lo dicho y concluye denunciando abuso de poder en los asuntos de las plataformas digitales. Pero la última palabra es de Aznar y concluye rotundo. Declara incompatible la prosperidad de las cuentas corrientes con el progreso de las libertades públicas. Y se queda con la definición de los intereses generales. El hemiciclo se vacía para dejar sitio a Anguita.

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